Hemos venido tratando, en las últimas entregas, los temas de las fortalezas que debería tener un buen gerente y, para ello, dentro de lo que he considerado como el Sentido Cristiano de la Administración, están las virtudes que relaciona el Catecismo de la Iglesia Católica. (Catecismo de la Iglesia Católica, Punto 1805)

He encontrado en esto algo verdaderamente interesante, en cuanto a que, si bien, el tema lo contempla el Catecismo como medio de Santificación para la persona humana, en medio de la vida ordinaria; también tiene tremenda utilidad para procurar un mejor  manejo de los temas de liderazgo organizacional con el que se ven retados los gerentes,  todos los días.

Hemos explorado, en entregas anteriores, sobre las fortalezas del gerente, lo referente a las virtudes Teologales. Aquellas que nos relacionan directamente a Dios: fe, esperanza y caridad. Valdría la pena que se repasaran previamente estos escritos, antes de entrar en el detalle del presente.

(http://www.portafolio.co/opinion/blogs/carta-gerencia)

Ahora, nos centraremos en aquellas que tienen que ver con la relación directa del gerente con cada una de las personas con las que interactúa y que, determinan, en buena parte, el ambiente de colaboración y compromiso que se pueda lograr con todos los empleados de la organización.

Este paquete de virtudes, se denominan cardinales (principales), por ser las más importantes y porque de ellas se derivan todas las demás. De ellas se pueden desprender los valores de diferentes organizaciones, pues ellos, convertidas en hábitos, precisan las virtudes con las cuales los empleados construyen los pilares de la organización.

En esta ocasión, entonces trataremos el tema de la Prudencia.

¨1806 La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. “El hombre cauto medita sus pasos” (Pr 14, 15). “Sed sensatos y sobrios para daros a la oración” (1 P 4, 7). La prudencia es la “regla recta de la acción”, escribe santo Tomás (Summa theologiae, 2-2, q. 47, a. 2, sed contra), siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la disimulación. Es llamada auriga virtutum: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.” (Catecismo de la Iglesia Católica, punto 1806)

El gerente prudente no improvisa, no expresa juicios a priori, analiza las circunstancias y decide en el sentido que le ordena buscar el bien para: los accionistas, la empresa, los clientes, los empleados,  los proveedores, el Estado y,  en general, todos sus Stakeholders.

La prudencia, exige no precipitarse y entender que, en muchas ocasiones, el tiempo juega a favor, para poder contemplar las opciones que se puedan presentar para tomar buenas decisiones.

El gerente prudente consulta a sus colaboradores y entiende que ya no existe el concepto de “mano de obra¨, sino la» buena voluntad», unida a la inteligencia de quienes lo rodean. Entiende, que varias cabezas piensan mejor que una y que compartir los triunfos es más importante que compartir los fracasos. Asume la responsabilidad de sus actos y los de quienes le colaboran. Entiende que se delegan las tareas. ¡Nunca las responsabilidades!

El gerente prudente conserva en su corazón todas las cosas que ve y escucha. Únicamente las usa para discernir mejor sobre las situaciones que rodean y afectan el devenir de la empresa y todas las personas que la conforman. Genera confianza, de manera que quienes están con él, saben que es sincero y que su prudencia nunca traicionará la confianza de quienes en confidencia se reúnen con él.

El gerente prudente no funciona por el principio mecánico de Newton que indica que ¨toda acción genera una reacción exactamente igual y en sentido contrario”

(http://www.molwick.com/es/movimiento/103-tercera-ley-newton-reaccion.html).

Sus acciones tienden a construir sin tener que destruir. Respeta la historia y sabe que sus antecesores hicieron las cosas de la mejor manera posible, en medio de circunstancia distintas que determinaban retos y soluciones diferentes.

La prudencia, es una virtud que sostiene todas las demás, en la medida en que está empoderada por la paz interior” de quien la despliega transfiriéndola a los demás. Por esto, es catalizador importante de todos los procesos de colaboración, cooperación y servicio que son determinantes en los temas de calidad y mejoramiento continuo.

Gerenciar, implica gestionar y esto, a su vez, exige dirigir y orientar. Pero el proceso de comunicación del que se vale el gerente, para lograr sus propósitos, requiere comunicaciones fluidas y nítidas, sin ruido ni distorsiones que, casi siempre, se generan por falta de prudencia.

Los miembros de las juntas directivas, por tanto, deben considerar tener a su cargo gerentes cuya primera cualidad a exigir sea la prudencia, suficientemente comprobada por sus experiencias anteriores, fácilmente comprobables.

Es por todo ello que, “la prudencia, hace verdaderos sabios”, que son respetados como tales por las comunidades que los aprecian.

 ¨…pienso que la mala hierba de los fariseos no se extinguirá jamás en el mundo: siempre ha tenido una fecundidad prodigiosa. Quizá el Señor tolera que crezca, para hacernos prudentes a nosotros, sus hijos; porque la virtud de la prudencia resulta imprescindible a cualquiera que se halle en situación de dar criterio, de fortalecer, de corregir, de encender, de alentar. Y precisamente así, como apóstol, tomando ocasión de las circunstancias de su quehacer ordinario, ha de actuar un cristiano con los que le rodean.¨ (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, Punto 155)