Hemos venido tratando sobre las fortalezas que debe tener un gerente, con base en las virtudes que propone la Iglesia Católica, en la medida en que, si bien, son propuestas para el desarrollo espiritual de la persona humana y su relación con Dios, también contribuyen a formar a las personas en su relación con los demás y, fundamentalmente, son de buen provecho para tomarlas como base del liderazgo que debe tener el gerente para proyectar su equipo a los logros que se ha propuesto y que coinciden con la orientación estratégica de la organización, expresada en la misión, la visión y su conjunto de valores, dados por los accionistas y expresados por ellos como el mandato institucional supremo que marca los linderos de la gestión gerencial.
La última fortaleza que trataremos se centra en la “templanza”. Herramienta fundamental que, bien manejada y vivida por quienes la practican, controla la ambición humana y su tendencia a la soberbia. Muy malos consejeros de los líderes que deben responder con su gestión a mantener la austeridad de la organización y a procurar una disposición permanente de servicio hacia los clientes, los colaboradores y todos los grupos de interés ligados a la institución.
“1809 La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar “para seguir la pasión de su corazón” (cf Si 5,2; 37, 27-31). La templanza es a menudo alabada en el Antiguo Testamento: “No vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena” (Si 18, 30). En el Nuevo Testamento es llamada “moderación” o “sobriedad”. Debemos “vivir con moderación, justicia y piedad en el siglo presente” (Tt 2, 12).” (Catecismo de la Iglesia Católica)
Aunque esta fortaleza se requiere en todos los momentos de la vida personal y organizacional, se hace más evidente su necesaria aplicación y exigencia, cuando la organización está generando importantes rendimientos y dividendos para sus accionistas, que no deben, por esto, dejar de exigir templanza a sus administradores que, tentados por los buenos resultados, pueden aflojar los controles y promover el gasto no productivo, dando mal ejemplo con sus decisiones poco razonadas y con sus prebendas personales, sacadas como aprovechamiento de los bienes de la organización, aprobadas o no por los accionistas, que empiezan a tener miradas miopes de la empresa, engolosinados por los dividendos; o caen víctimas, por la misma razón, de los abusos de confianza de tales administradores.(https://books.google.com.co/books?id=R-E7FBKhaAEC&pg=PA225&dq=Templanza&hl=es&sa=X&ei=7ng9VebcOMungwSc_4DIBQ&ved=0CCsQ6AEwAw#v=onepage&q=Templanza&f=false )
El gerente que no tiene templanza envía mensajes equivocados a sus colaboradores que, como resultado del comportamiento de sus líderes, tienden a emular sus acciones y, con ello, inician un camino depredador extremadamente riesgoso para la organización.
La falta de templanza, es origen de muchas debilidades organizacionales que se evidencian en vicios que van minando la confianza de los grupos de interés; empezando por los clientes y terminando por los accionistas que, si no actúan de manera oportuna, pueden perder su patrimonio, por una falta de acción inmediata ante los desmanes de un liderazgo falto de templanza que puede destruir la institución.
La templanza genera un espíritu de austeridad que propone una cultura de comportamiento medido y racional en cada una de las acciones de los colaboradores que, orientados por su líder, promueven un ánimo de ahorro y control del gasto importante para la sostenibilidad del negocio; pero, además, soporta y promueve virtudes que, en términos de valores, le dan el soporte y la continuidad necesaria a la organización.