Lo bueno
- Su capacidad para entender la realidad del conflicto colombiano.
- Su decisión y persistencia para resolverlo invitando al diálogo, sin armas y con argumentos.
- Su capacidad para lograr concertar voluntades tan opuestas. Un hombre conciliador.
- Su convicción por la reconciliación y por hacer de Colombia un país en paz.
- Su respeto por los más pobres y diferentes, que promueve una política de inclusión donde todos caben, basado en un principio ético fundamental de respeto a las diferencias, donde cada persona, a pesar de ser única y diferente, tiene la misma dignidad. Esa dignidad que, los que somos cristianos, reconocemos por Cristo y que procede de la obra del Creador.
- Su elocuencia y humanismo.
Lo malo:
- Su falta de experiencia y poco conocimiento de los temas económicos y macroeconómicos, que determinan, en un mundo globalizado actual, de manera importante, el curso de los países, su desarrollo y los estándares mínimos económicos que aseguren la convivencia que propone resultados -no solamente acorde con sus convicciones-, sino el manejo de los medios económicos que le den sustentación a las propuesta de salud, techo y educación que sientan las bases del modelo de desarrollo que se proponga.
Lo feo:
- A pesar de su gran capacidad negociadora, cundo se refirió a los temas de género, nunca fue claro en su posición al respecto. Los cristianos, consideramos que no hay sino dos géneros, hombre y mujer; siendo conscientes de que hay personas que presentan un desorden entre lo que su cuerpo es y su mente quiere. Personas que deben ser respetadas e integradas en sociedad, sin discriminaciones y con los mismos derechos y dignidad que corresponde a toda persona humana, con deberes acordes a sus capacidades físicas, intelectuales y espirituales que, en el mismo orden, determinan sus oportunidades de realización integral en la sociedad.
- El no haber sido consecuente con sus propuestas, al momento de competir por la candidatura del representante del partido liberal en las próximas justas presidenciales; sin haber logrado acuerdos ni conciliar diferencias con sus competidores. Lo que dividió a su partido. Pero, aún más grave, desconoció sus propuestas de equidad y de justicia, provocando un gasto innecesario y en contra del interés general de la nación, al participar de una elecciones de un partido -problema de el partido liberal- que embarcó en su costo ($40 mil millones), a todos los colombianos que cargamos, fiscalmente, con su gasto. Como mostró tal evento, este no era de interés sino de una ínfima minoría liberal que embarcó a toda la población en una aventura económica que le correspondía financiar exclusivamente al partido del candidato.
Feo, ¡muy feo!