Lo bueno:
Es indudable que una buena parte del ADN de las personas rige los comportamientos de la mismas, pero, es igualmente cierto que estos comportamientos -la manera de pensar y ser- se modifican con el tiempo.
En el caso de Iván Duque, las dos cosas se dan para bien.
Tuve la fortuna de conocer a su padre, Iván Duque Escobar, siendo este ministro de minas, cuando, en los ochentas, veníamos, con Alfredo Carvajal Sinisterra, empeñados en crear una organización de capital mixto que fuera la empresa distribuidora de combustibles colombiana, capaz de competir con las multinacionales y tomar posesión de un mercado que parecía exclusivo de ellas.
La idea, se logró, y aunque La Organización Terpel, hoy ya no es colombiana, su capacidad de gestión, demostró que las cosas, cuando están en manos privadas, por el estímulo que su crecimiento económico, estable y duradero, provoca en los inversionistas, se deslinda de la politiquería, y puede llegar a alcanzar dimensiones extraordinarias, si no se pierde el horizonte y su propósito institucional.
Pues bien, Ivan Duque hijo, viene de esa estirpe que, en su ADN, contiene los principios fundamentales que personas como Alvaro Gómez Hurtado tenía muy claras y proponía incansablemente con su vocación conservadora: lograr “un acuerdo sobre lo fundamental”, para rescatar el país de las garras de la corrupción y sus secuelas de terror, vengan de las extremas que vengan.
Ivan Duque Márquez, es una persona joven. Es una propuesta generacional nueva en la política colombiana que genera esperanza de renovación.
Su discurso, ajeno a las propuestas de odio y venganza de otros candidatos, garantiza propuestas conciliadoras, con respeto por todas las personas, independientemente de sus concepciones ideológicas, por lo que asegura la democracia y, con su carácter, podría consolidarla.
Su formación académica y experiencia en organismos multilaterales, donde la concepción política democrática de los países es una prioridad, le da una concepción apropiada para su gestión de Estado, como un estadista progresista y moderno que entiende la macroeconomía y sus efectos globales y nacionales sobre la sociedad.
Por último, para quienes compartimos los valores cristianos, constituye un garantía de respeto y promoción de los mismos, con el profundo reconocimiento que tales valores proponen por la diferencia y todo tipo de ideología que esté dispuesta a proponer y no imponer sus ideas; dejando espacios democráticos y representativos para todas las personas, reconociendo la dignidad que tiene el otro como persona que merece ser tratado con ese ánimo solidario que permite crecer, a cada uno, de conformidad con sus ideales y preferencias
Lo malo.
Su falta de experiencia en el trato con la politiquería nacional, donde los caciques regionales y nacionales, con su caudillismo y maquinarias perversas, no dejan gobernar.
Lo feo.
Algunas de sus compañías, que se perfilan claramente como de extrema derecha, con sus propuestas de irrespeto por los que no comparten sus ideales y los métodos terroristas que los llevan a imponer sus ideas a cualquier costo. Es el terreno donde el “todo vale” arrasa con los derechos ciudadanos más preciados y utiliza todos los medios imaginables, por perversos que sean, siempre y cuando se logre el objetivo.
Feo, muy feo