Había conocido a Adolfo Carvajal Quelquejeu, en aquella época presidente de Carvajal S.A, con motivo de una visita que él hiciera a Bogota, y gracias a unas conversaciones que yo había tenido con Diego Lourido que, a su vez, era el líder de los negocios de empaques de toda la organización, en calidad de Vicepresidente.
Por aquella época, yo me encontraba trabajando en la Organización Corona y mi relación con Carvajal, se había dado a raíz de la creación del premio Corona a la Arquitectura, cuando decidimos hacer su lanzamiento en Cali y el primer taller de diseño de un centro de servicios comunitarios en Agua Blanca.
En esa ocasión, encontramos que Corona y Carvajal podrían llegar a ser unos muy buenos aliados estratégicos, no solo en los temas del lanzamiento del premio Corona en Cali, donde también la Asociación de Arquitectos, nos apoyaba, con el liderazgo de su presidente, la Arquitecta Elly Burkhard de Echeverry, sino también, en los programas de apoyo al gobierno nacional de Belisario Betancourt, que desarrollaba sus planes de lotes con servicios en las periferias de las ciudades, para los sectores de la población más deprimidos; lo que generó la solidaridad de varias empresas de la construcción que, lideradas por la Fundación Carvajal, decidimos colocar el primer centro de abastecimiento de materiales para la construcción en el distrito de Agua Blanca, tal vez, el sector más deprimido y popular de la ciudad de Cali.
Tanto el Premio Corona a la Arquitectura, como la iniciación de los centros de abastos de materiales para la construcción, fueron un éxito.
El primero, aún existe y se encuentra próximo a cumplir 40 años de existencia y, los segundos, fueron la solución definitiva al desarrollo de la periferia de muchas ciudades importantes de Colombia, al punto que, no tengo duda, esta sinergia del Gobierno de la época, con las empresas de construcción, permitieron absorber a un sin número de familias desplazadas de campo que, por aquellas épocas, como ahora, sufrían del despojo de sus tierras en medio de esa lucha fratricida entre terratenientes, paramilitares y la guerrilla.
La relación ente Corona y Carvajal se fortaleció institucionalmente, pero, además, me permitió ganar una relación muy sólida con ejecutivos de Carvajal y empresarios del Valle del Cauca que, al pasar del tiempo, siempre recuerdo con cariño y aprecio, pues los emprendimientos que, en aquella época gestamos, nos trajeron muchas satisfacciones.
Todo lo anterior, hizo que mi relación con Carvajal se estrechara, por lo que manifestaron su interés en contactarme para que me fuera a trabajar con ellos.
Ese fue el motivo por el que viajé, en la avioneta de don Adolfo Carvajal con Diego Lourido a Cali. Fue un viaje de tres cuartos de hora, donde conversamos de muchos temas. Don Adolfo se empeñaba en hablar de su avión, al que piloteaba con destreza, comentando temas de actualidad, con muy buen sentido del humor, mientras que Diego trataba de resaltar mis logros en Corona. Se le notaba a Diego su ansiedad por vincularme a Carvajal, cosa que don Adolfo, muy experimentado en estas lides, manejaba, de tal manera, que no mostraba ningún interés particular por mi vinculación.
En Cali, después de un exquisito almuerzo en el Club Colombia, me despedí de Don Adolfo y seguí mi correría para conocer la
organización de Carvajal en compañía de Diego Lourido.
Después de otras reuniones posteriores, no llegamos a ningún acuerdo para vincularme Carvajal. Yo me sentía muy bien en Corona y no estaba preparado para cambiar mi rumbo profesional, por una posición equivalente a la que tenía, así fuera con una organización que, en ese momento, era la multinacional más grande de Colombia que tenía la fama de “hacer las cosas bien”.
Pasarían algunos años para que mi vinculación a Carvajal se concretara, con motivo de mi retiro de General Motors en Colombia. Tema que narraré en otra ocasión.