El movimiento callejero convocado por el gobierno nacional con el fin de que sus propuestas sean discutidas en la calle, es otra acción irresponsable y aventurada.

Acción que no está a la altura de un gobierno elegido por un grupo ligeramente mayoritario que no puede dejar de lado y desconocer los derechos, intereses y opiniones de todos los colombianos.

La democracia tiene las instancias normativas que la regulan. Con los espacios adecuados, dentro de los linderos del Estado, como son: el congreso, las asambleas, los concejos de las ciudades, etc.

Aparte de otros que la sociedad reconoce, como los foros académicos, gremiales, etc., que aseguran una discusión razonada y razonable para la confrontación de las ideas en los lugares apropiados para tal fin.

Citar a un país violento a un debate en las calles, es una ilusión utópica que desconoce la realidad nacional, degradada por la erosión de los principios y valores más elementales que no garantizan el respeto a las personas. Muchas de ellas marcadas por odios extremos que se expresan, no solamente en cómo se utilizan las palabras, sino en cómo actúan encubiertos en grupos violentos que no suelen ser pequeñas minorías, como lo demuestre la incapacidad del Estado para reducirlos.

Esta intensión plantea actitudes similares a las de algunos tristemente recordados emperadores romanos que se gozaban las tragedias del pueblo incendiando las calles de Roma o llevándolos al circo para que se mataran entre sí.