LE APOSTAMOS A LA
PAZ, PERO ¡VIVA LA GUERRA!
Colombia se desangra en los campos, mientras en las ciudades, sus habitantes, se destruyen, unos a otros, con epítetos y adjetivos destructivos y violentos que, a falta de armas, se disparan sin piedad, con el fin exclusivo de exterminar al contrario.
No importa la amistad ni las relaciones familiares. Se disparan palabras ofensivas y palabrotas, por el solo hecho de que alguien piensa de modo distinto. Se despelleja, sin el menor asomo de compasión y, sin medir las consecuencias, se mata con injurias y calumnias a quien sea, no importa su condición social, su edad, su sexo, su conocimiento o preparación. El todo es descalificarlo – eliminarlo- . Es una mala sangre que envenena y dispara las potencias de todas las iras. Usando los términos de los abuelos, parece que tuviéramos una sociedad que ha sido alimentada con una “mala leche” que intoxica a todas las personas.
En las ciudades, se cuece el alimento que estimula la guerra que pasa a los campos, y que también se observa, con mayor intensidad, en las redes sociales.
Este país pareciera una comunidad de salvajes, donde las “señoras” y “señores” que se dicen de alta sociedad, se sienten en el alto mando -el “comando central” de nuestro, siempre bien recordado, Jaime Garzón-, y se rebajan, o mejor, se resbalan hacia el fango del que vienen con extrema facilidad, vilipendiando al que se le atraviesa por delante. Solamente, porque sus ideas no coinciden o porque su candidato no es el que les entusiasma.
¡Dios mío! ¡Ni por respeto a los niños que los ven y los escuchan, reducen sus ataques!
Los argumentos académicos y bien sustentados, de cualquier persona, se atacan de la forma más baja posible, porque los incapaces de tener la altura intelectual para controvertir, destapan su ignorancia con la fuerza bruta de los más salvajes e incivilizados.
Se anhela la paz, pero se vive de la guerra. Se critica el terrorismo, pero, desde las redes sociales, se dispara como francotiradores a todo el que se exponga a tan crueles propósitos de quienes posan de “gentes de bien”, pero camuflan sus armas electrónicas, de las más sofisticadas marcas, gracias a una tecnología diseñada para inteligentes, pero manipulada por bárbaros. Celulares y computadores, que ha caído en manos de incapaces violentos que utilizan estos equipos como unas de las peores armas de guerra.
Es necesario tener conciencia del problema y proceder en consecuencia. Hay que desarmarse y entender que la sociedad progresa gracias a las diferencias y que, esas diferencias, son históricamente la base de la integración social que ha permitido el progreso de los paises que, realmente, se muestran como desarrollados y, por tanto, más civilizados.
El tema, tiene que ver con educar y formar, con base en los valores más trascendentes de la humanidad: Fe, Esperanza y Caridad. Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza.