Otra vez se repite el error que pone en riesgo al sector financiero. Debido a una visión demasiado reducida de la problemática por parte de los bancos centrales que no pudieron identificar, de modo acertado, la causa de la inflación y su relación con la masa monetaria de los mercados en los que actúan. Lo que los ha llevado a tomar la decisión, prácticamente unánime, de elevar el valor del dinero (tasas de interés), con el propósito de reducir su demanda por parte del público que lo requiere para satisfacer todas sus necesidades, sean ellas, sustanciales o superfluas.
Es evidente que el valor del dinero, como un bien más de la economía, determina su demanda. Pero, este bien, tiene una particularidad que lo hace muy diferente a toda la variedad de bienes de los que dispone la sociedad para su consumo: es ineludiblemente necesario para todas las personas, sin excepción, y determina, para muchas, el mínimo requrido para su supervivencia.
En este orden de ideas, el manejo del valor del dinero, afecta a todos, sin excepción, pero, de manera muy especial, a los que tienen mas dificultad para comprarlo y ven limitada su adquisición, porque su costo no les permite alcanzar las cantidades suficientes para su sustento básico.
Hoy, estamos viendo cómo, quienes distribuyen este dinero entre el público (bancos privados de distinto tipo), están poniendo en riesgo de pérdida los ahorros de infinidad de personas que confiaton tan preciado bien a estas instituciones.
¿Quién es el responsable de esta debacle que, como las anteriores (la última fue la de 2008 con los efectos causados por las hipotecas subprime), provocaron tanto daño en una situación que, por diferentes causas a las de ayer, enfrenta el sistema financiero?
Los bancos centrales, obsesionados por el costo del dinero y enfocados en una sola variable: la oferta monetaria. Han olvidado otras múltiples causas que, dependiendo de las circunstancias del mercado nacional e internacional, afectan también la demanda del dinero.
Es aquí donde quisiera centrarme, para cuestionar las decisiones que han venido tomando los bancos centrales y que, a mi juicio, han generado las situaciones que estamos enfrentando.
El tema inflacionario que enfoca las acciones de los bancos centrales, ha venido siendo tratado de una manera inflexible y demasiado simplificada, justificándose en que todo el incremento de los costos de bienes y servicios (inflación), lo causa el incremento de su demanda por parte de los consumidores.
Esta premisa está completamente descontextualizada de las circunstancias que provocaron la inflación mundial del periodo de post pandemia. La causa principal, ha sido el desabastecimiento de bienes y servicios que afectó a la generalidad de la población mundial.
Este ciclo de post pandemia, se caracterizó por una escasez generalizada de insumos, ocasionada por el paro industrial, agrícola y de servicios al que se vieron enfrentados los proveedores, por la falta de demanda durante el año y medio de pandemia. Superada esta, la oferta de bienes y servicios se vio limitada, no solamente por el paro en los centros de producción que hizo que se agotaran los inventarios, sino por la cadena logística de suministros que se encontraba también frenada e imposibilitada para atender el desafío de abastecer lo que se había dejado de consumir en año y medio de paro generado por la pandemia.
En estas condiciones, ante un sector productivo con medios muy restringidos para abastecer la demanda y una cadena logística fracturada, los bancos centrales pretendieron controlar la inflación aumentando el precio del dinero, vía las tasas de interés, lo que impidió una recuperación rápida de la oferta, ante la falta de dinero que afectaba a los empresarios. Este dinero se había vuelto inalcanzable, debido a las altas tasas de interés promovidas por los bancos centrales de los países.
Esta fue la razón que impidió recuperar el sector productivo por la la vía de la ejecución de las inversiones inmediatas y necesarias que se habrían podido realizar, si los bancos centrales no hubieran elevado de tal manera las tasas que impidieron, a los proveedores, responder con mayor eficacia esta coyuntura de mercado.
La fórmula de aumento de las tasas, llevó a muchas empresarios e inversionistas a tener que recurrir a retirar sus ahorros de los bancos, lo que provocó el efecto natural de reducción de los depósitos en el sistema bancario, muy por encima de lo esperado. Y, este, con tan bajo respaldo (su encaje, en EEUU, no es superior al 10% de los depósitos de sus clientes), hizo que, algunos bancos, se quedaran sin dinero y sin capacidad para responder a semejante demanda. Lo que generó razonables temores en los ahorradores.
Este retiro de dinero hizo que las pingües reservas bancarias, se colapsaran, llevando a la quiebra algunos bancos. Lo que forzó al Estado a apalancarlos, con el mismo dinero que pagan los clientes de los bancos, vía impuestos.
Resultado final: clientes cada vez más pobres que pierden su dinero invertido en los bancos. Obligados, a su vez, a pagar más impuesto para financiar a aquellos que se quedaron con su dinero.
Los gobiernos, sin poder influir en los bancos centrales para aliviar la situación de los consumidores desabastecidos, tuvieron que buscar sus propias soluciones, por medio de subsidios desbordados que se ofrecieron, para palear la situación y tratar de romper el cuello de botella, procurando aliviar, por esta vía, el encarecimiento del costo de vida de los más vulnerables.
El efecto final fue perverso. Menos dinero circulando y menos empleo, por no tener, los empresarios, cómo apalancar, financieramente, una oportunidad de demanda que no encontraba el adecuado abastecimiento.
Así sucedió en el colapso financiero de 1929, en 2008 y también, particularmente, en Colombia en 1998.
Como dice el viejo refrán de la ballena: “lo ancho pa ella, lo angosto pa uno”
Jairo A Trujillo Amaya
Consultor y asesor empresarial
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