El proceso de las tecnologías digitales, a fines de los 80s, empezaba a inundar las líneas de operaciones de las industrias y, los impactos en la productividad, empezaban a ser un factor de competitividad muy importante: los tiempos de gestión en todos los eslabones de la cadena de producción, se reducían de manera exponencial y los procesos de logística, en lo que atañe al servicio al cliente, rompían todos los desafíos.
Los medios de comunicación, fundamentalmente los periódicos, veían en estas tecnologías oportunidades muy grandes para los desafíos que imponía la modernidad y los requerimientos en oportunidad y calidad de la información, por parte de los lectores.
Se pasaba del linotipo, una forma de impresión puramente artesanal y altamente contaminante, que utilizaba elementos de plomo en la manipulación del proceso, a las terminales digitales, con almacenamiento de información en grandes servidores que, con la metodología de terminales espejo, copiaban la información —a modo de lo que hacen las nubes hoy en día— y aseguraban el almacenamiento de datos, dando la oportunidad de tener “back ups“ digitalizados de los contenidos de los periódicos.
La reportería gráfica, también se modernizaba con equipos de fotografía digital que permitía el almacenamiento de los registros fotográficos y su transmisión en cantidades y velocidades hasta esos tiempos inimaginables.
Las transmisiones de información que se contrataban con agencias nacionales e internacionales, eran, cada vez, más oportunas y de mayor calidad, por la confiabilidad de las fuentes que, conformadas por profesionales muy especializados en cada tema, desplegaban las noticias con mayor veracidad y confiabilidad en las fuentes que con los corresponsales no profesionales, lo que le daba a este oficio un nivel que, hasta ahora, no había tenido, de manera que estas agencias eran cada vez más apreciadas.
El caso también se daba en las agencias de noticias nacionales que proveían información a los periódicos y medios de información regionales que, por esta vía, reducían costos y mejoraban la calidad de las comunicaciones.
Dentro de estas agencias estaba Colprensa, un emprendimiento exitoso de quienes posteriormente se convertirían en muy buenos amigos míos: Jorge Yarce y Humberto Arbeláez, pioneros del periodismo y los medios de comunicación, defensores de los valores humanos y promotores de la convivencia ciudadana. Hacían una gran labor en los medios con otro de sus emprendimientos, PROMEC TELEVISIÓN, que contaba con programas familiares y de formación humana, al que, tempranamente, se vincularía un joven jovial y entusiasta que luego se convertiría en una leyenda de la televisión colombiana: J. Mario Valencia.
A estos dos emprendedores, en la junta de Periódicos Asociados, decidimos comprarles su emprendimiento de COLPRENSA.
Periódicos Asociados reunía a los más Importantes periódicos regionales de Colombia y yo, en aquel foro, representaba los intereses del periódico El Pais de Cali.
Contar con agencia de noticias propia, permitía reducir los costos en que incurría cada periódico regional para, con periodistas en cada rincón de Colombia, cubrir las noticias nacionales. Esta agencia, bien aprovechada por todos, nos daría un cubrimiento noticioso nacional más confiable y oportuno, por lo que era necesario proponer a Jorge y a Humberto la compra de su agencia noticiosa.
Las cosas no fueron fáciles, ellos sabían cuánto valía su negocio y el aprecio que tenían por el mismo era muy agrande. Lo que aumentaba el valor para ellos.
Después de muchas conversaciones y “tiras y aflojes”, como diríamos en Colombia, cuando habíamos alcanzado una buena aproximación al punto de negociación, pusimos a nuestros abogados a diseñar lo que sería la conclusión del negocio.
El desprendimiento de ellos de su emprendimiento y el deseo nuestro de ponerlo a funcionar rápidamente, haría que mi relación con Humberto y Jorge se estrechara y empezara una amistad que, aún hoy en día, conservo y aprecio sobremanera.
Estas cosas se logran solamente cuando entre las personas se hacen negocios de manera limpia y transparente, a pesar de la parte emocional que, necesariamente, afecta a las partes involucradas.