Algunos directivos de organizaciones, suelen tomar sus decisiones de inversión, tanto para efecto del análisis de disponibilidad de fondos para su posible ejecución, como para evaluarla en términos de rentabilidad, con base en el PyG o Estado de Resultados ER, como lo denominan las NIIFs… ¡Craso error!

El ER, registra los movimientos contables, que no necesariamente financieros, de la organización. De estos registros, se deduce la utilidad o excedente neto contable, como resultado final de la gestión; que, sin bien, es un indicador importante de la sanidad del negocio, en ningún momento refleja la realidad de los flujos de efectivo con que la organización cuenta para su operación y decisiones de Inversión.

¿Por qué?

Pues, simplemente, porque, los movimientos de efectivo, no están allí registrados.

Veamos las razones:

La facturación que registra el ER no corresponde a los ingresos de efectivo reales del negocio. Simplemente, registra el valor de la cuentas de cobro que, a modo de facturas u otro documento, realiza la organización.

No todo lo que la institución factura, ingresa como efectivo, en el periodo facturado.

Más aún. En muchos negocios, los ingresos del periodo, son menores o mayores, pero casi nunca iguales a lo facturado.

Pero, la no correspondencia de los registros contables, contra los movimientos de efectivo, también se evidencia, cuando los comparamos con los gastos registrados por la contabilidad.

Las cuentas de cobro, que se convierten en cuentas por pagar, de bienes y servicios consumidos por la empresa; si bien, se registran contablemente al momento de su recibo y, en otros casos, se contabilizan como provisiones sin haber llegado los instrumentos correspondientes de cobro, hace que tales diferencias, entre los registros de la contabilidad que se reflejan en el ER y los movimientos reales de efectivo, difieran en cantidades apreciables.

Todo lo anterior, sin tener en cuenta los efectos de las depreciaciones y las amortizaciones de las diferentes inversiones que realiza la empresa, las cuales, se registran en el ER, pero corresponden a movimientos de efectivo que, evidentemente, se realizaron con mucha anterioridad. Muchas de ellas, con bastantes años de diferencia.

Con el fin de tener una idea del valor agregado neto generado por la gestión, en un periodo de tiempo, se suele descontar de la utilidad neta: los impuestos, los intereses, las depreciaciones y las amortizaciones. Es lo que los expertos llaman el EBITDA.

Esta cifra, deducida de la utilidad registrada en el ER, da una aproximación que muchos utilizan para estimar el valor de la empresa, pero tampoco, por lo ya expresado, es suficiente para reconocerlo con certeza y, mucho menos, para evaluar la rentabilidad, ni las fuentes ciertas de la inversión.

El informe de fuentes y usos, que resulta de los registros contables, muestra, como su nombre lo indica, las fuentes de financiamiento y sus usos o aplicaciones. Pero, para el periodo concreto analizado por los informes contables. Nos cuenta la historia de lo sucedido, pero no permite apreciar cómo podemos financiar los compromisos futuros.

Es el tipo de información que nos permite decir, con certeza, qué pasó, pero sin la posibilidad de indicar qué pasará y, mucho menos, cómo pasará.

Solamente, entonces, un análisis de los ingresos de efectivo reales en tiempos reales, permite mostrar la disponibilidad de dinero que tienen las empresas para atender sus gastos reales, también en tiempos reales.

En ese orden de ideas, las fuentes de ingreso, como los conceptos de egreso, se evidencian en el ejercicio de Cash Flow o Flujo de Caja, CF, que permite, para el caso de las inversiones, poder identificar las fuentes de financiamiento futuro, ya sea, como producto de los excedentes de efectivo que genera el negocio, u otros medios: capitalizaciones de socios, financiamiento proveniente del sector financiero, etc.

Solamente el FC, bien calculado, con base en la experiencia del negocio reflejada en su ER, puede, con un buen grado de certeza, determinar, si la organización cuenta con los medios suficientes para apalancar financieramente su operación y enfrentar las inversiones necesarias para asegurar su permanencia, en el mediano y largo plazo, así como la rentabilidad futura de la gestión.