Los indicadores económicos advierten que el país y sus locomotoras se están descarrilando.

Pero, lo más angustioso, no es que el fenómeno se esté presentando por el mal comportamiento de los maquinistas, sino por la indisciplina y falta de responsabilidad de los pasajeros que, aunque se dan cuenta, como idiotas, no corrigen su comportamiento, sino que lo aceleran, aumentando un caos que amenaza con finalizar en un desastre de enormes proporciones.

La inflación, ya cercana al 9%. Tiende a destruir lo poco que, hasta ahora, se había logrado en los últimos seis años: la recuperación del poder adquisitivo de los colombianos. Pero, se acusa de ello al exceso de liquidez del mercado y, por eso, se toman acciones orientadas a aumentar la tasa de interés. Se supone que, con esta medida, se reduce el endeudamiento de las empresas y las personas, y se estimula el ahorro, logrando con ello, contraer la demanda de bienes y servicios y, de esta manera, los empresarios, bajen los preciso de sus ofertas para tratar de vender más.

Teoría económica pura que simplifica, de tal manera, el análisis, que al pretender explicarlo, con dos variables como precio y cantidad, se termina mirando las raíces del árbol, en lugar de subirse en él y mirar el bosque.

El país se encuentra en esta situación de desborde de los precios, porque la devaluación de la moneda, en los últimos dos años y medio, ha sacado del mercado un sin número de productos importados que, en aquella época, valían la mitad de lo que hoy en día le cuestan al consumidor. Esto, ha hecho que los empresarios colombianos, que por más de ocho años se vieron presionados por la presencia de productos baratos y de buena calidad, venidos del exterior; hoy, se encuentran ante la feliz oportunidad de poder subir sus precios a unos techos muy elevados, para vender a los consumidores colombianos sin mayor esfuerzo y con márgenes desbordados, gracias al vacío que dejan en el mercado los proveedores internacionales que se han marchado.

Estos últimos, han tenido que retirarse del mercado nacional, por el aumento de los costos de importación que, debido a la depreciación de la moneda colombiana, aumentan en cifras próximas al 80%, en el periodo ya comentado.

El tema de control de la inflación, por tanto, no puede considerarse como de responsabilidad exclusiva del Banco de La República, cuya única herramienta con que cuenta es el manejo de la tasa de interés. Los responsables son los empresarios colombianos, productores de bienes y servicios nacionales que, ante semejante devaluación (próxima al 80% en los últimos dos años y medio), no fueron capaces de exportar. A pesar de semejante subsidio otorgado por la fuerza del mercado de divisas que les brinda la maravillosa oportunidad de bajar sus precios de venta en el exterior, en la mayoría de los casos, sin afectar el margen y, en otros, mejorándolo, por la vía de incrementar los precios, al ser, económicamente, más competitivos en los mercados internacionales.

Pero, ¡no! Ello no se logra, porque en la época de las vacas flacas, cuando enfrentaban, jugando como locales, las estrategias de los competidores internacionales, no tuvieron tiempo de innovar y modernizar las empresas para poder ser más competitivos. De manera que pudieran participar con calidad y servicio en el mercado local.

Prefirieron estimular la creatividad de sus socios y empleados, armando carteles de precios, como los casos ya conocidos que da vergüenza mencionar. O haciendo contactos y «algo más» con los funcionarios del Estado, para mantener sus privilegios, de manera que las fronteras del país, por vía de aranceles y otras maturrangas, les aseguraran la protección de los mercados que exprimen sin compasión.

Pero, también la conducta de los ciudadanos, orientada al consumismo desbordado, ha hecho que no haya una tendencia importante hacia el ahorro y la inversión. La desconfianza en los intermediarios de las bolsas y el sector financiero, puede ser una de las causas.

Pero, la verdad, es que se aprecia una clase media arribista motivada por las campañas de las marcas y un estilo de vida superfluo que la lleva a gastar más de lo que gana, endeudándose con los créditos de consumo del sector financiero que no se sonroja de cobrar a una tasa, en las tarjetas de crédito, equivalente a la máxima de usura que fija la Superintendencia Bancaria.

Otra muestra de la voracidad de los empresarios, esta vez, del sector financiero, que se da el lujo de tener a uno de ellos en el ranking de los cien más ricos del mundo, según la revista Forbes. por vía del poder logrado y de su capacidad de patrocinio y cabildeo a los políticos de turno. Premio que le retornan en condecoraciones que deberían merecer los ciudadanos que, a pesar de los intereses que cobran sus instituciones, logran sobrevivir en medio de esta orgía usurera que nos asfixia.

En una economía de libre mercado, la responsabilidad del Estado está en ser promotor de la participación de los inversionistas en los mercados, asegurando, por vía de la libre competencia, que la magia ya probada de esta situación, los lleve a trabajar con calidad y buen precio, para asegurarse el favor de los consumidores.

Como promotor, el Estado puede y debe crear corporaciones fuertes que penetren en los mercados de mayor riesgo, donde los emprendedores, en algún momento, no intervienen, pero que son necesarios para favorecer la competitividad con novedosas alternativas de ofertas de bienes y servicios que, una vez funcionando y con un futuro asegurado, debe vender a los empresarios, para recuperar su inversión y seguir distribuyendo estos dineros y los de los tributos de las empresas y los ciudadanos, en inversión social, que es la que, al fin y al cabo, mejora la calidad de vida de todos los ciudadanos.

Nota:

Como gestor y primer presidente de la Organización Terpel, tuve la maravillosa oportunidad de vivir esta experiencia de promoción empresarial por parte del Estado Colombiano, en compañía de Alfredo Carvajal Sinisterra, a quien considero un visionario; quien me animó a realizar este sueño y vivir esta primera aventura emprendedora.

A Dios y a él, agradezco esta emocionante experiencia.