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Gracias por habernos hecho soñar, con esperanza, que la paz era posible. Que la reconciliación era la base sobre la cual los conflictos se resuelven.
Gracias por mostrarnos cómo los intereses particulares se someten a los intereses supremos de la nación. Usted no ha dudado, en ningún momento, en arriesgar su prestigio político y personal con el propósito de lograr metas supremas para el país, como son, el respeto a la vida y la opción por la verdad.
Usted supo mostrarnos, la integridad de que es capaz una persona que, siendo de rancia cuna, supo jugársela en la opción por los pobres.
Los índices de pobreza lograron reducirse y, si bien, aún Colombia sigue siendo un país muy desigual, se han dejado huellas institucionales que permiten seguir con ese proceso de mejora, en un punto que, como este, no deja de ser una vergüenza, a nivel internacional.
Gracias, porque, en medio de las restricciones en los ingresos internacionales, ocasionadas por la caída desorbitada de los precios internacionales de las materias primas, con la consecuentes limitaciones al ingreso y a la inversión que ello genera, usted supo desarrollar un programa de vivienda para los más pobres, sin antecedentes en la historia nacional.
Se destaca, en su labor económica, la inversión en infraestructura y de comunicaciones. Donde, otros gobiernos -a pesar de contar con condiciones macroeconómicas muy favorables-, no lograron avanzar en carreteras, proyectos fluviales y de intercomunicación electrónica, como Usted, en su gobierno ha logrado.
Su preocupación por avanzar en educación, donde somos de los paises más rezagados del mundo, le permite a Colombia contar hoy con indicadores adecuados, como el Indice Sintético de Calidad, que hace reflexionar a los colegios, públicos y privados, sobre los niveles educación que ofrecen, para compararse entre sí y otros del mundo y, así, poder diagnosticar, formular soluciones y mejorar con la
prioridad y calidad que la importancia del sector exige.
El problema de los servicios en salud, que tuvo que ser rescatado de las manos del paramilitarismo que lo había convertido en su fortín, en muchas regiones de Colombia, así como emporio de corrupción de políticos y empresarios mafiosos, tuvo, en el ministro de Salud, uno de sus mayores paladines. Él, que tuvo que vivir, en carne propia, por el ataque de una enfermedad catastrófica, las injusticias de un sistema pervertido que, con el apoyo de las multinacionales de la salud, especula sin piedad con los costos de los medicamentos, supo enfrentar, con entereza y decisiones radicales justas, este infierno de maldad y corrupción que, si bien no termina, da ejemplo de responsabilidad y honestidad al pueblo colombiano.
Muchos pudimos ver sus batallas contra aquellos que cobraban servicios no prestados o a mayor costo, sin mostrar la más mínima compasión por los enfermos, animados, solamente, por la ambición que los llevaba a saquear, sin limitaciones, las arcas del Estado.
Señor presidente, paciencia y persistencia, fueron rasgos característicos de su gestión. Su personalidad, mostró siempre un carácter capaz de soportar las más absurdas, bajas y despiadadas acciones de sus opositores; que llegaron a hablar de Usted como castro chavista, comunista y hasta de haber comprado el premio Nobel de Paz. Ellos, lograron influir en las masas ignorantes y apasionadas, hasta llevarlos a creer tal absurdo; atribuyendo, a lo más preciado de la sociedad internacional – El Consejo Permanente del Premio Nobel-, la capacidad de vender su conciencia, así como ellos lo hacen en la burda política nacional.
Los odios sembrados por sus enemigos, interesados en seguir lucrándose de la guerra, lograron engañar a una mayoría poblacional que llegó al extremo, inconcebible, para el mundo, de rechazar la paz en las urnas.
Señor presidente: su gestión pasará a la historia. Ella reconocerá su aporte a la paz y al desarrollo del país, y lo mostrará, con el talante estadista que no se puede reconocer a otros actores que sólo dejaron una estela de odio, sangre y corrupción sin fin para Colombia.
Por todo ello y mucho más, perdón y gracias, señor presidente.