¿Qué es lo que genera este pánico?
Primero: la ignorancia generalizada sobre el concepto de política.
Habría que empezar por decir, que una cosa es la política y otra, bien diferente, es la politiquería.
La primera, se refiere a las preocupaciones naturales, propias de nuestra especie, para opinar, investigar y proponer, sobre el buen gobierno de las comunidades en procura de su mejora continua y en función de su bienestar: social, intelectual, artístico, cultural, ambiental, logístico, sanitario, etc.
La segunda, es la vulgarización del concepto. Tiene que ver con la utilización del término para usar, en provecho propio -individual o partidista-, los recursos del Estado. Es la forma de tomar por asalto el poder, utilizando la fuerza o los medios materiales disponibles, para comprar conciencias y, de esa manera, lograr el control de los medios de los que se vale el Estado para procurar el bienestar de la gente, usándolo en provecho propio.
En esta última, prima el deseo equivocado de lucrarse del Estado o mantener una hegemonía corrupta para desconocer los derechos de grupos mayúsculos o minoritarios de la población.
Lo que provoca, en muchas personas, la intencionalidad de aislarse y ser indiferente a los problemas de gobierno del Estado.
Es una situación provocada por las algunas personas de las instituciones que, por su mal entendimiento de la política, procuran que, quienes la conforman, se contaminen de la politiquería, confundan la política con la politiquería.
Este último fenómeno, se evidencia cuando el tema de la política se pretende excluir de los grupos sociales -reales o virtuales- con el fin de cuidar su permanencia y evitar su disolución, ante el temor a la irracionalidad que promueve la politiquería, que nubla las mentes que deberían preocuparse por ese bien supremo que es la política, tal como la estamos tratando.
La política, es un tema que atañe a todo los ciudadanos. Su trascendencia es vital para el bienestar de la comunidad toda.
Las personas, deberían participar activamente, desde la escuela, conociendo los principios fundamentales de la cívica y los comportamientos ciudadanos que la enriquecen; para luego, en las universidades, las instituciones y aún en las empresas, promover su desarrollo y conocimiento, con el fin de lograr un ambiente ciudadano propicio al desarrollo, cada vez, más civilizado de la sociedad.
El desinterés de grandes mayorías de la población por los temas de la política y las prevenciones que sobre ella se han generado, son las causas de la desmedida corrupción que se presenta en el manejo de Estado. Porque esa indiferencia, consciente o inconsciente, permite que allí se incrusten los politiqueros de turno que asaltan las arcas del Estado. Ellos son sostenidos allí, por la posición irresponsable de quienes no quieren untarse de los problemas que les atañe y, con la misma irresponsabilidad de los corruptos, se sienten «la gente de bien», con derecho a no comprometerse y, en muchos casos, a no pagar o eludir, buena parte, de sus impuestos; con el peregrino argumento de que lo hacen para que no se los roben los corruptos, ya que, por esto, el Estado, no les presta los servicios que les debería otorgar. ¡Falacia grande! que hace que, entonces, todos, sin excepción, se contaminen de corrupción, por su posición activa o pasiva ante el problema que contribuye, con la acción de los politiqueros, a la destrucción del Estado y, a la larga, de toda la comunidad.
Si no rompemos este círculo vicioso que nos carcome a todos por igual, nunca podremos tener un país mejor.
Es por esto, que debemos tener la valentía, pero también la inteligencia y el conocimiento, para hablar y escribir sin miedo sobre la política nacional o mundial. Conscientes de que en los debates en que participemos, con visión política y no politiquera, estaremos contribuyendo a depurar el ambiente en que vivimos y dentro del cual tenemos que luchar, para bien de nuestra instituciones y empresas que, como las amibas, se alimentan, crecen y se desarrollan, dependiendo del medio en que se incuban.