Aumento del salario mínimo: el último golpe de populismo irresponsable de un establecimiento que se tambalea.

El país tiene comprometido, en endeudamiento externo, más del 50% de su PIB, sin perspectivas de poderlo disminuir, debido al inmenso rezago en infraestructura y servicios públicos que afectan, en materia grave, su desarrollo.

El nivel de pobreza supera el 40% de la población. Personas informales o sin ninguna oportunidad de trabajo que, por obvias razones, no ganan ni la mitad de un salario mínimo como el propuesto.

El país se encuentra ante una perspectiva de inflación altamente riesgosa, afectada por la escasez de productos de primera necesidad, tanto interna como externa.

Las limitaciones en el ingreso del Estado se han agudizado por la incapacidad del gobierno para controlar la burocracia estatal y la corrupción de los funcionarios que, desde sus bufetes en el Congreso y los cargos más importantes de gobierno, desangran el patrimonio nacional a punta de negocios corruptos; privilegiando, con sus decisiones, los intereses de los minoritarios grupos de la sociedad que soportan un establecimiento que, por su propia perversión, se tambalea.

Ante este estado de cosas, por primera vez, en mucho tiempo, se logra un acuerdo nacional para aumentar el salario mínimo al doble de la inflación, echándole leña al fuego de una economía que está ardiendo por la política errada de un liderazgo populista que, con medidas cómo esta, pretende borrar la insatisfacción de una nación que se ha sentido mal representada y engañada por la mediocridad de las personas que la gobiernan.

Ante esta insatisfacción nacional y la evidencia de la presencia de fuerzas contrarias que amenazan con derrumbar el establecimiento, este gobierno, apoyado por las endebles bases que lo soportan, corre a tratar de dejar a todo el mundo contento con medidas irresponsables y contrarias a la lógica económica que agudizarán, en el corto plazo, la evidente quiebra del Estado y el sector productivo que están, hoy en día, muy golpeados por la escasez de insumos y el encarecimiento generalizado de todo tipo de bienes.

Cuando el ruido suena, piedras lleva, dice el refrán. En Colombia, parece que, cuando el ruido suena, una catástrofe como la de Armero se anuncia; pero a nivel nacional.