Esta evidencia, suficientemente comprobada por las mejores escuelas de negocios del mundo, tienen causas muy diversas, pero todas identifican como responsables a los mismos herederos que constituyen el conjunto de los miembros de la familia que conforma la segunda generación.
Mi iexperiencia con tales generaciones empresariales me permiten reconocer algunas de ellas:
1. La formación de los hijos del propietario o emprendedor inicial del negocio no ha sido suficientemente adecuada para que aquellos puedan enfrentar la responsabilidad de dar continuidad al negocio, de manera que asegure su sostenibilidad de mediano y largo plazo. Esto se evidencia en la despreocupación de algunos por comprometerse en este sentido o la de otros que pretenden liderarlo sin tener los conocimientos adecuados para lograrlo.
Es frecuente que la despreocupación se evidencie en herederos que se han propuesto un plan de vida distinto al que tendrían si lo tuvieran atado a la prosperidad del negocio. Estos herederos, conscientes de esto, deberían delegar su representación en personas de confianza responsables y conocedoras de los temas propios del negocio, con capacidades y experiencias probadas en dirección empresarial.
Es aún más grave la intención de aquellos herederos que pretenden tener posición de liderazgo en el negocio sin tener la experiencia y los conocimientos adecuados para hacerlo. Sus decisiones, al pretender liderar el negocio, pueden atrofiarlo o llevarlo a la quiebra, así las operaciones que se hayan gestado hayan sido realizadas de buena fe, lo que no es condición suficiente pues sus acciones han sido producto de su ignorancia sobre el manejo de los temas empresariales.
2. Otro caso suele ser el de la forma como la mala crianza de los hijos, por parte del emprendedor, incuba rencillas que, seguramente, se gestaron desde muy temprana edad y, aparentemente, no se les prestó la debida atención, hasta que llegaron a convertirse, en su edad adulta, en francas batallas internas que llegan a cegar el sentido común y los más elementales principios de convivencia. Lo que hace que, su deseo de revancha o venganza, supere las prioridades de sostenibilidad económica del negocio y, aunque parezca increíble, lo destruyan para privilegiar sus intereses por encima de los del negocio y la comunidad familiar.
Esta situación es más difícil de manejar que todas las anteriores, pues los sentimientos descontrolados hacen muy difícil, en estos casos, que los herederos afectados por esta situación la reconozcan y actúen de forma tal que su irracionalidad no llegue a afectar en materia grave al negocio. Los herederos,, en estas circunstancias, debe delegar la administración del negocio en profesionales que no hagan primar los intereses particulares de cada individuo de la familia sobre el bienestar general de la empresa. De otra manera la administración se verá maniatada en medio de un mar de intereses societarios encontrados que dará al trasteo con su gobernabilidad.
Se hace imprescindible que los socios sean conscientes de la necesidad de formarse en institutos de alta dirección de negocios para lograr vencer su ignorancia sobre los temas societarios que les facilite entender con claridad la forma de blindar a la organización empresarial de los conflictos de la familia.
Ello no quiere decir que se desentiendan de su inversión, pero el escenario para discutir sus intereses es distinto a los que legalmente tiene la empresa, como la asamblea y la junta directiva. Los consejos familiares con protocolos adecuadamente diseñados por expertos pueden facilitar esta opción.