¿Cómo distinguir las acciones de mercado más adecuadas en los momentos de turbulencia en que se desenvuelve la economía a principios del siglo?

El fenómeno de turbulencia se opone al de estabilidad.

La estabilidad puede ser interpretada en términos constantes de: crecimiento, decrecimiento o, simplemente, mantener las cosas como están, por periodos relativamente largos de tiempo.

En el siglo pasado, en Colombia, a pesar de las circunstancias políticas y de orden social que imperaron, se puede hablar de una estabilidad económica relativa, dentro de un escenario político y social adverso, como producto de las condiciones de violencia aun no superadas

Sin embargo, la tendencia manifiesta, lleva a pensar en una agudización de los fenómenos de turbulencia, caracterizada por alteraciones repentinas de los mercados en el valor de las acciones y los precios de las materias primas.

Debemos empezar por decir que el fenómeno de turbulencia en los mercados es inherente a su propia dinámica, en la medida en que los concurrentes o diferentes actores, se multiplican por la vía de la democratización de los mismos, entendida como el derecho a participar de todos sus beneficios y obligaciones.

El fenómeno de competencia se acentúa y, por ende, las condiciones de eficiencia en la comercialización y la producción, se hacen cada vez más exigentes, haciendo de las estrategias de precio modelos que deben revisarse permanentemente.

En estos fenómenos de turbulencia de los mercados, los beneficiados son los consumidores que, por la vía de las múltiples alternativas de precios y productos sustitutos, pueden colocar a los productores y oferentes de bienes y servicios en situaciones complicadas, cuando su economía no se ha regido por parámetros de productividad y eficiencia que les permita salir airosos de tan exigentes condiciones.

Con frecuencia, los empresarios miran hacia el mercado y su nivel de participación, con el propósito de buscar economías de escala que les eviten  tener que penetrar en todos los rincones de su empresa a revisar los costos de su organización, para desarrollar labores de reingeniería que deben asumir con urgencia con el fin de: adelgazar la organización, redefinir sus modelos de operación y producción, replantear las funciones del staff y de los funcionarios en todas las actividades. Todo ello, en procura de una reducción sustancial de los gastos administrativos y de operación  que, en épocas de bonanza, tienden a salirse de control y con frecuencia erosionan las instituciones.

Se debe entonces, repensar la función primordial de la organización: “comprar bien, producir bien y vender aún mejor”

Todo lo que se oponga a este concepto es superfluo y distrae a los administradores de sus objetivos fundamentales.

El outsourcing, para aquellas operaciones que no entran dentro de la ecuación de: comprar, producir y vender, debe ser considerado seriamente por los empresarios.

Hoy en día, en este mercado de compradores, donde las ofertas se multiplican y los oferentes se deshacen por servir mejor a sus clientes, parecería extremadamente tonto no intentar reducciones en costos y mejoras en calidad y eficiencia, recurriendo a los expertos que, por la vía del outsoursing, garantizan mejores condiciones de operación y manejo, a unos costos realmente competitivos.

El mundo de la globalización conlleva mayor información, con mejores y más variadas soluciones para quienes concurren a los mercados.

En este orden de ideas, se debe buscar a los expertos en los diferentes temas que no son vitales para la organización y dejar en sus manos el manejo de tales actividades, pues, el reto, en ese mundo globalizado, consiste en convertirse en el experto con la mejor opción para los clientes que buscan un determinado producto o servicio.