La ilusión de tener un país en paz y reconciliado, donde se había olvidado el rencor y se había aprendido a perdonar.

La ilusión de poder mirar al hermano equivocado con la cara en alto y dispuesto a darle una oportunidad

La ilusión de dejarnos de matar entre quienes pensamos distinto, porque entendemos que todos somos diferentes, únicos e irrepetibles, con ideas que forman parte de nuestra identidad personal y que, por ser respetadas por todos, no nos llevan a asesinar.

La ilusión de poder discutir plenos de paz interior y con la seguridad de ser respetados por los que no comparten nuestras ideas. Sin ofensas caricaturescas, entendiéndonos en medio de nuestras diferencias y conscientes de nuestra dignidad.

La ilusión de que, en los argumentos, siempre se hablara con verdad, sin disfrazarlos con mentiras y calumnias que explotan la ignorancia de muchos, para tergiversar la realidad, hacerle mal al otro e incitar a la violencia irracional.

La ilusión de ver a los campesinos regresar a sus tierras. Aquellas de donde sus ancestros fueron desplazados por la violencia de muchos terratenientes que las abonaron con la sangre de sus propietarios, en medio de matanzas que no respetaban niños, mujeres ni ancianos. Sin que fueran reparados de semejantes delitos de lesa humanidad..

La ilusión de poder ver familias, niños y padres, libres de temores y angustias, pues ya no existiría la amenaza de una sociedad rencorosa, revanchista y matona; que pretende imponer sus ideas, con la política del «todo vale» y «el fin justifica los medios», que ya nos identifica ante el mundo, para nuestra vergüenza ante la comunidad internacional.

La ilusión por una sociedad, donde algunos de sus líderes, que se dicen creyentes, no deformen La Palabra de Cristo con la etiqueta de una justicia que impone un «orden» que desconoce la Misericordia y pone la ley por encima de la dignidad de las personas, acomodándola a su propio beneficio. Esa ley que cambian a su arbitrio para blindarse en ella y hacerse reelegir.

La ilusión de una paz duradera, con igualdad de oportunidades para todos. Donde las diferencia entre unos y otros, nos brinda la posibilidad de aportar solidariamente para ayudarnos, en procura de la mejora de toda la comunidad.

En fin, tuve la ilusión de morir en un país en paz, después de haber visto tanta guerra, sangre, odio y maldad.

No nos queda más que pedir perdón a las nuevas generaciones, por nuestra incompetencia, soberbia y falta de humildad; que nos impidió estar a la altura que la historia nos exigía al brindarnos una maravillosa oportunidad.