Ahora, más que nunca, el partido demócrata de los EEUU puede marcar la diferencia, generando una renovación generacional con principios morales y éticos suficientes, con el fin de derrotar un candidato republicano que ha irrespetado los principios fundacionales de una nación que ha sido ejemplo de democracia en muchos momentos de su historia.

La pérdida de liderazgo de los grandes imperios del mundo se ha iniciado siempre como resultado de la decadencia y el caudillismo autoritario y populista de individuos que ponen sus intereses por encima de los de la nación que lideran. Sus comportamientos públicos y privados evidencian su desprecio a grandes conglomerados de la sociedad que consideran como una amenaza a sus prejuicios sociales, religiosos, políticos e ideológicos. Fundamentados ellos en el principio del “todo vale”, producto de convicciones mafiosas que los llevan a generar terror entre sus rivales, por medio de estrategias amenazantes que reafirman su carácter dictatorial con el fin de asegurar la impunidad de sus acciones, para someter a la población.

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El lanzamiento de un candidato demócrata opuesto a todo lo que estamos viendo en estas justas democráticas, puede atraer a grandes masas republicanas de la clase media americana que no están satisfechas con el liderazgo republicano actual y buscan un cambio político y social que se enfoque en los principios fundacionales de la sociedad estadounidense, tan amenazados en la actualidad.

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