El propietario sabe que su capital está en juego.

El gerente sabe que lo que se juega es su prestigio.

Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Decía, hace ya muchos años, mi profesor de antropología, José de Recassens, en sus clases en la Universidad de Los Andes

¿Cómo conciliar la primera posición con la segunda y de qué manera, cada uno, puede cumplir adecuadamente su rol para asegurar los objetivos que, como resultado de estas dos posiciones y anhelos, aparentemente antagónicos, requieren armonizarse?

Es importante considerar, para tener luces al respecto, que el propietario está, fundamentalmente, movido por la generación de riqueza sostenible y debe exigir de sus funcionarios ese mismo compromiso. Sin embargo, esa generación de riqueza, muchos gerentes, se angustian por lograrla en el corto plazo, afectando, de manera grave, la estabilidad de la organización en el mediano y largo plazo.

Este afán de prestigio y la falta de compromisos duraderos, me hace rcordar lo que me decía un buen amigo, cuando lo contraté como gerente de producción de una empresa metal mecánica, al ver que mi oferta no cumplía con sus expectativas salariales.

Me respondió: Jairo: «acepto, porque la vida me ha enseñado que, para hacer una buena torta, hay que romper muchos huevos».

Era evidente que este gerente entendía claramente el tema y estaba dispuesto, con mucha responsabilidad, a jugársela por un bienestar y, por tanto, un prestigio que había que construir con el tiempo;: obviamente, sabiendo que su permanencia y bienestar, estaba ligado a la permanencia y bienestar de la empresa.

Este es el punto que concilia los dos propósitos; el de el dueño y el de el gerente.

Cuando esta circunstancia se da, los dos pueden cantar ¡bingo! Pues, de lo duradera de esta relación, depende, en mucho, el desarrollo de la empresa.

Esto parece evidente y suele funcionar, en un gran número de empresas del sector privado. Lamentablemente, la corrupción y la politiquería asociada a ella en el Estado, impide el logro de este principio, lo que hace casi imposible sostener con eficiencia y de manera sostenible las empresas del Estado.