En el orden práctico de las cosas, vale la pena entrar a analizar el compromiso de la Iglesia Católica, que como precursora de los primeros movimientos de las clases trabajadoras explotadas por el fenómeno novedoso de la revolución industrial del siglo XIX, actúa, reclamando justicia y proponiendo un nuevo orden a las relaciones de los patronos con los trabajadores; fundándose en principios de caridad y solidaridad cristiana (Papa León XIII, «Encíclica Rerum Novarum»), muy alejados de los propósitos de los movimientos reaccionarios que promueven la lucha de clases y el odio entre hermanos; para esclavizarlos y someterlos a una dictadura proletaria en manos de un dictador que pretende clonar los comportamientos de las personas. Dictadura que usurpa el poder y lo monopiliza en favor del autócrata de turno, apropiándose de todos los medios de producción, la educación, el derecho a la propiedad, la iniciativa individual, el derecho a disentir y, por último, el derecho a la vida, desconociendo a Dios como principio y fin de todas las cosas.

El «sentido cristiano de la administración» (Jairo A Trujillo A, «Portafolio, Carta de Gerencia») se entiende, en la medida en que se hacen prácticas las virtudes que nacen de los valores propios de la Iglesia, donde estos no se deslindan de los principios, sino que se hacen uno con lo que se cree y lo que se practica

Los principios y virtudes Teologales:

Aquellos que nos relacionan directamente con Dios: Fé, Esperanza y Caridad.

–  Fe en la palabra de Cristo, pero fe también en lo que hacemos y nos proponemos.

–  Esperanza en Dios, pero esperanza también en la concreción de nuestros         proyectos y sueños.

–  Y, Caridad, como expresión sublime y maravillosa del amor de Dios por los hombres, pero también, del amor que somos capaces de dar a nuestros hermanos para convivir en sociedad y progresar con solidaridad asegurando el crecimiento y desarrollo del bien común.

Los principios y virtudes Cardinales:

Aquellos que tienen que ver con nosotros y nuestra relación con los demás:

– Prudencia: nuestra capacidad para evaluar y contemplar todos los pros y contras de las decisiones que debemos tomar. Virtud cardinal del catolicismo que consiste en discernir y distinguir lo que está bien de lo que está mal y actuar en consecuencia.” ( http://es.thefreedictionary.com/prudencia)

– Justicia: capacidad para procurar y asegurar la equidad, desempeñando las gestiones que corresponden acordes con: el buen juicio, respeto, cariño y siempre procurando hacer el bien para sí mismo y para aquellos con los que nos relacionamos. “Una de las virtudes cardinales que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde y pertenece.” (http://lema.rae.es/drae/srv/search?id=iXkytO3pjDXX2BO6nxQ0)

– Fortaleza: para enfrentar los retos que nos propone el trabajo en cada uno de los frentes de gestión a los que nos enfrentamos, pero también, para asumir aquellos que tienen que ver con nuestro desarrollo personal y nuestra capacidad de relacionarnos con los demás en sociedad, para construir espacios que nos permitan conservar y desarrollar el bien común. La fortaleza es la virtud que ayuda a VENCER con valor los peligros y los obstáculos en la vida. La fortaleza ayuda también a AGUANTAR con firmeza y sin miedo las cosas malas y a no echarse para atrás cuando se ha conquistado un bien.” 

http://www.laverdadcatolica.org/F31.htm )

– Templanza: austeridad, control en el manejo de los recursos y los medios que nos pertenecen o nos han encomendado. No con el propósito de atesorar, sino de cuidarlos y procurar con ellos desarrollar el bien común. Cuidando de nosotros mismos y los demás, de manera que no caigamos en excesos que, a la larga, nos deterioran física y mentalmente, destruyen nuestro proyecto de vida y dañan nuestra relación con los demás. “La templanza es la virtud que modera, ordena la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos.”  ( http://es.catholic.net/familiayvida/154/203/articulo.php?id=2750)

Pues bien, nuestras empresas, tienen influencias muy marcadas de ese espíritu cristiano que, durante veinte siglos, ha determinado el medio religioso en el cual la mayoría de los occidentales se han formado.

Pero, como no se trata de estudiar el fenómeno desde el punto de vista religioso ya enunciado y de por sí evidente para cualquier persona que viva en este medio; señalemos  que, en la esencia del cristianismo, se encuentran elementos clave que pueden generar suficientes inquietudes para los que quieran explorar, en los libros sagrados, elementos que contribuyan a sustentar pautas de comportamiento social y empresarial adecuados a los requerimientos de nuestros tiempos.

Con unos pocos ejemplos, deseo dejar la huella que estimule a seguir investigando un tema que de por sí es apasionante:

Emprendemiento.-

Dios creó al hombre para transformar el mundo. De ello se deduce la cultura del trabajo, el espíritu de cambio (transformación).

Los animales, las plantas y todos los materiales, fueron puestos al servicio del hombre. De allí sale la fuente de los recursos productivos. Pero se le exige al hombre la conservación del mundo que no es otra cosa que la sostenibilidad y la convivencia con el medio ambiente. (Génesis. 2:15)

Normatividad y convivencia.

Dios propone, por medio de Moisés, unos mandamientos. Ellos son los principios fundamentales de convivencia ciudadana: Ley Divina y, por ello, natural. (Éxodo)

Relaciones con el Estado.-

Dios determina comportamientos que deben respetarse con relación al Estado. “Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. ( Mateo 22,21)

Generación de riqueza y utilidad.-

Como si esto fuera poco, anticipándose a las teorías de mercado, en muchos siglos de diferencia, Jesús  propone la parábola  de  los talentos (monedas), donde premia a aquellos que recibieron un talento y devolvieron, después de un tiempo, dos o más talentos. Pero, castiga la mediocridad del que, por temor a su patrón, guardó el talento y lo devolvió tal cual, sin aumentar la fortuna. (Mateo, 25:14-30)

Muestra con esto la necesidad de generar riqueza con el trabajo. De producir valores agregados y, por tanto, de generar utilidad como fin necesario y último de desarrollo y progreso patrimonial.

Los invito a explorar el Nuevo y Antiguo Testamento que, además de ser una buena oportunidad de reencuentro con Dios, sirve para estudiar la esencia de los valores cristianos; que son fundamento de las relaciones de confianza que dan garantía de supervivencia y crecimiento a las organizaciones y a la sociedad del nuevo milenio.