Valores y paz, son dos palabras que se han venido manejando cotidianamente en nuestro vocabulario de todos los días, tratadas, o mejor, manipuladas, por personas de los más diversos pensamientos e ideologías.

Unas, piensan que a la paz se llega, después de una guerra que, como todas las guerras, es violenta y depredadora, pero que, al final, vence y doblega al enemigo. Un enemigo al que se oprime y el cual pierde todos sus derechos. Entre ellos, el más preciado, aquel que constituye la esencia y el soporte de todos los demás derechos de la persona humana: su libertad. Estas ideologías son propias de pensamientos extremistas de derecha o izquierda. Es el lenguaje del terrorismo, del cual se valen, en ocasiones, algunos Estados de uno u otro bando y movimientos de oposición que, con las mismas propuestas, siembran el terror para someter a la población, sin importar los daños causados, materiales e intelectuales, dejando secuelas en la sociedad, que no se superan sino después de muchas generaciones.

Pero, también, están los movimientos que, obsesionados por la maravillosa propuesta de vivir en paz, de manera ilusa, piensan que no debe haber sanción, perdón ni reparación, con tal de lograr la tan anhela paz.

 

Desconocen la memoria histórica de los pueblos y los derechos de las víctimas, en procura de alcanzar el bienestar que promete la paz, pero olvidan que la injusticia que se comete con las víctimas, no sana sus heridas, sino que las oculta, de manera que, la cicatriz que queda, no corresponde a una sanación real, sino que, por debajo de ella, se desarrolla una infección putrefacta que se expande como un cáncer hasta que estalla con brotes de violencia, a veces, más graves que los que se pretenden solucionar.

Todo lo anterior, está marcado en la historia de Colombia, desde su fundación.

Solamente una concepción de la persona humana fundada en sus valores más trascendentes permite una paz segura, estable y duradera. Esa paz social que se deriva de la paz interior que alcanza cada persona cuando reconoce la importancia del otro como diferente, único e irrepetible, con derechos y deberes equivalentes, que complementa, con sus debilidades y fortalezas, las de sus semejantes, para alcanzar, con base en ello, un mayor potencial que empodera la sociedad y la orienta a un bienestar que engrandece a todas las personas; de manera integral, en su maravillosa composición de cuerpo, intelecto y alma.

Jorge Yarce, en su libro VALORES PARA LA PAZ, profundiza en la esencia misma de esa persona integral y explora el pegamento que la hace poder relacionarse, de manera armónica, con sus semejantes para vivir en paz.

El trabajo que se plasma en este libro, no es producto de la inspiración momentánea de un hombre que, en muchos de sus escritos, nos muestra su compromiso con la humanidad y la convivencia en paz, sino que es el resultado de un largo proceso de investigación en los temas de valores humanos y sus efectos en los ambientes sociales en los que se practica.

Me considero testigo de excepción de ese trabajo tesonero que, a través de toda su vida, Jorge, ha desarrollado y ha plasmado en innumerables escritos en que siempre el último supera al anterior. Es también fruto de todos aquellos consultores que han tenido la oportunidad de acompañarlo en el INSTITUTO LATINOAMERICANO DE LIDERAZGO, a los cuales ha entusiasmado con sus ideas y los que, a modo de apóstoles comprometidos con su ideal, hoy andan por el mundo con esas ideas que expanden, en empresas y universidades, fomentando esta revolución de vivir los valores para asegurar la paz.

Gracias Jorge, por tu maravilloso aporte a la paz.