“Encontrando el bien de nuestros semejantes encontramos el nuestro”.
Platón.

Es excelente ponernos los zapatos ajenos y sentirlos porque reaccionaremos como lo haríamos para nosotros mismos. Imaginemos tener hambre aguda, que al llegar la noche no tengamos alimentos para nuestra familia, con seguridad buscaremos la forma de superar esta dramática situación.

Según Naciones Unidas más de 820 millones de personas se acuestan habitualmente con hambre en el mundo, y de ese total, 135 millones padecen de hambre aguda. Por cuenta de la pandemia de la Covid-19 y según el Programa Mundial de Alimentos, esa cifra se podría duplicar para finales de este 2020. Por tal razón, aumentar la productividad agrícola y la producción de alimentos es urgente.

La esperanza está en la agricultura tradicional que maneja adecuadamente los productos para las plagas, enfermedades y malezas, que nutre de manera inteligente todo el ciclo de vida del cultivo, que aplica el manejo integrado con control biológico abordo, que usa tecnología y que hace innovación en su ecosistema. Esta agricultura es la que producirá más y mejor, con menos.

Por ello, cuando se habla de agricultura orgánica, me hace pensar que es la indiferencia la que favorece a pocos y no a todos. Me explico: para nadie es desconocido los altos costos de la producción orgánica y, por ende, sus precios más elevados, porque requiere más mano de obra por unidad. Excelente para quienes pueden consumirlos con su capacidad adquisitiva; sin embargo, la necesidad mundial de eliminar el hambre no desaparecerá y esto nos debe interesar a todos.

También la inocuidad es definitiva, es importante conocer cómo se defiende el cultivo de las plagas, enfermedades y malezas, y la evaluación previa para garantizar nuestra salud al consumirlos.

Colombia, con su gran potencial, puede lograr que la agricultura tradicional produzca más, mejor y con menos, para suministrar alimentos a nivel nacional y mundial. Por tal razón, Procultivos ANDI trabaja a lo largo y ancho del país por los factores mencionados, para que los agricultores logren cultivos sanos, suficientes y seguros.

Solo quien lo vive es quien lo siente: estar en campo con los agricultores y encontrar sus angustias por los quebrantos de salud de su cultivo y sus pérdidas de cosechas, nos hace seguir en el esquema de la agricultura sostenible. Es un bálsamo cuando los programas logran que los productores del campo transformen su forma de cultivar y logren su bienestar y buen ingreso.

Así que seguiremos adelante por nuestra agricultura sostenible, que produce más y mejor, con menos.

Un abrazo.