Los resultados económicos en medio de la crisis originada por la pandemia de la COVID-19 son desalentadores. Según el DANE, el crecimiento económico para el primer, segundo y tercer trimestre del año 2020, fue de 1.1%, -15.7% y -9%, respectivamente. Los sectores más afectados han sido el comercio, la construcción y el sector minero-energético (factores exógenos en este último que superan los límites del artículo). No obstante, hay sectores que han salido indemnes de la crisis según las cifras, ya que no presentaron nunca un decrecimiento. A saber, el sector agropecuario, el sector inmobiliario y el sector financiero. Este último en particular, llama la atención.
Antes de avanzar, es preciso mencionar la posición de la política económica más cercana a este sector: la política monetaria. A lo largo del olvidable 2020, el Banco de la República (BR) adelantó una serie de medidas que buscaron evitar el estancamiento de la economía y favorecer una pronta recuperación de los sectores más golpeados por la crisis: compras de título de deuda pública y privada, reducción de la tasa de intervención, reducción del encaje, compra de reservas, renovación del vencimiento de los forwards, entre otras.
Esta posición del banco central colombiano es algo que se espera a partir de la experiencia que se ha tenido en crisis anteriores a lo largo del globo, donde la profundidad de estas es medida por la capacidad de inyección de liquidez. Sin embargo, a nivel teórico, algunas nociones subyacentes pueden ser materia de cuestionamiento no de lo realizado por el banco central, sino de la forma en que se hizo. Los canales que se abrieron no tienen conexión directa con la economía, sino que pasan a través de un intermediario, los bancos. La primera de estas nociones es que la oferta monetaria es exógena.
El primer contacto que tienen los estudiantes de economía con la política monetaria es la teoría cuantitativa del dinero. Después de algunos supuestos “fuertes” se concluye que un incremento en la masa monetaria provoca un incremento sobre los precios. Esto, aunado al concepto de banco central independiente es, per se, cuestionable. Pero un elemento subyacente tiene un carácter performativo que requiere de mayor atención: creer que el banco central controla la oferta monetaria o parte de ella.
El dinero es endógeno. Los bancos centrales no tienen y nunca han tenido control directo sobre el dinero. Se controla la base monetaria y el encaje, a través de la tasa de intervención y el nivel de requerimientos de depósitos, pero solo parcialmente, ya que estas no se establecen unilateralmente sino como respuesta a la demanda del mercado. Los grandes creadores y tenedores de dinero están en el sistema financiero. Es este, en última instancia, quien determina a qué precio se compra el dinero y cuánto se debe imprimir.
En este contexto, aparece la segunda noción cuestionable: la profundización financiera y el crecimiento económico. Desde la liberalización financiera de finales del siglo XX, los establecimientos de crédito y las administradoras de fondos de pensiones han consolidado paulatina pero persistentemente su poder de mercado. Hoy en día, un pequeño grupo de establecimientos de crédito posee dos terceras partes del mercado, mientras que solo hay cuatro administradores de fondos de pensiones. A pesar de que la falta de competencia en el sector financiero y el canal directo con la base monetaria (para el caso de los establecimientos de crédito) requiera de estudio y atención, es más preocupante el hecho de que aquellos que poseen mayor poder de mercado en el sector bancario son los mismos que poseen mayor poder de mercado en el sector pensional. Una muy pequeña parte de la población decide donde colocar los recursos del ahorro salarial y pensional de los colombianos. Este fenómeno es conocido como financiarización y su intensidad depende del acceso a los recursos del sector real que tenga el sector financiero para que sean invertidos en este último.
La política monetaria actual renuncia a aceptar su incapacidad para controlar la oferta monetaria (directa o indirectamente) y desconoce la profundidad de la financiarización en el país. El Banco de la República, en medio de una de las crisis más profundas de la historia económica reciente, hizo lo que la teoría económica dominante dice que haga: abrir los canales de liquidez para que la economía colombiana no se detuviera y pudiese continuar, incluso con deuda. Los únicos que repuntaron fueron los bancos. Los bancos centrales son solo un artefacto para la credibilidad del público en el sistema financiero.
Carlos Ortiz Bonilla – Docente de la Facultad de Economía – Bogotá – Universidad Santo Tomás
Camilo Guzmán – Felipe Rueda – Javier Ballesteros – Estudiantes de la Maestría en Ciencias Económicas – Bogotá – Universidad Santo Tomás