Comúnmente la economía se encuentra enfocada en la maximización de la producción, pero ¿quién o quiénes son las personas que permiten que exista esa producción?, ¿quiénes cuidan de uno de los factores productivos más importantes, el trabajo? La respuesta a estas preguntas se remonta a un grupo de personas que realizan una labor indispensable, pero que pasan desapercibidas en el mercado, la academia e incluso la sociedad: las mujeres. A lo largo de la historia, las mujeres han cumplido el rol de madres, esposas y especialmente el de cuidadoras dentro del hogar. Este último, es el que ha permitido sentar las bases de la sociedad, puesto que el cuidado de la vida de niños, niñas, y adultos resulta imprescindible no sólo en materia económica, si no también, para el desarrollo y la prosperidad de los países.
Con el inicio de la pandemia por el COVID-19, observamos la manera en la que los servicios de cuidado se trasladaron al hogar, donde las mujeres tuvieron que suplir estas responsabilidades, dado que, por el confinamiento, aquellas personas o instituciones que prestaban este servicio tuvieron que suspender sus actividades. Debido a esto, se comenzó a discutir la importancia de las actividades de cuidado al interior del hogar, sin embargo, esta discusión no prevaleció en el tiempo y actualmente no se aborda con la importancia que amerita.
En ese sentido, vale precisar que el estudio de la economía ha invisibilizado el trabajo que se realiza al interior del hogar, principalmente porque estas actividades no monetizan y por tanto no se consideraban como trabajo propiamente. Sin embargo, actualmente la Organización Internacional del Trabajo – OIT reconoce el trabajo como más que el empleo asalariado, es decir, incluye toda actividad que aunque no genere retribución monetaria produce bienes y servicios, entonces, ¿por qué la economía no reconoce y retribuye la labor doméstica del cuidado?
Respecto al reconocimiento “teórico” de las labores al interior del hogar, podemos mencionar que algunos autores como Gary Becker, han estudiado la producción de las familias desde la década de los 60 con la “Nueva Economía Familiar (NEF)” quién luego escribió “Tratado sobre la familia” (1987), donde resalta el rol de la familia como productora dentro de la economía. En este tratado, Becker realiza un recorrido teórico, analizando temas diversos como el matrimonio, la planificación familiar, las tradiciones, etc. y concluye que, dentro de las dinámicas de la familia, el tiempo que no está dedicado al mercado también es considerado como tiempo productivo, lo cual marca una gran diferencia respecto de la teoría neoclásica del capital humano, pues dio apertura a un debate respecto al trabajo doméstico y las actividades relacionadas con el cuidado como actividades productivas.
El aporte de Becker continúa siendo de suma importancia en el estudio del trabajo del hogar no remunerado dado que, normalmente, a la hora de estimar los salarios de las amas de casa sólo se toma en cuenta aquellas actividades que son medibles económicamente, es decir, tareas estrictamente relacionadas con el mantenimiento y aseo de la casa, más no incluye actividades de cuidado de las personas que viven en ella. Esta estimación representa una manera muy simplista de entender la inmensa cantidad de trabajo adicional que cumplen las amas de casa, además que no tiene en cuenta la manera en la que el tiempo juega un papel determinante dentro de las actividades del hogar, puesto que estas actividades no están enmarcadas dentro de un horario laboral.
Ahora bien, aunque la aproximación de Becker es bastante acertada en la medida en que amplía el marco de estudio de la economía del hogar, no logra entender de manera adecuada las dinámicas familiares. En la propuesta de Becker aún prevalece el paradigma económico neoclásico, pues traslada los supuestos de conductas maximizadoras, estabilidad de las preferencias y el equilibrio de los mercados al estudio de la familia. Asimismo, Becker no promete una óptica crítica de género ya que la familia es entendida como unidad armónica y no conflictiva, sin intereses ni relaciones de poder, en donde el rol de la mujer continúa siendo enmarcado estrictamente como el de cuidadora. La óptica neoclásica en el estudio de la familia obstaculiza y minimiza el reconocimiento y por tanto la aproximación a una posible forma de retribuir el trabajo doméstico no remunerado, dado que no considera, por ejemplo, la manera en la que los ingresos y la educación de los miembros de la familia, determina la forma en la que se reparten las tareas domésticas y quién las realiza.
En conclusión, recientemente se ha examinado a la familia como un núcleo sujeto a relaciones de poder, conflictos y discriminación de género, racial, entre muchas otras, lo cual amplía el entendimiento de esta en su rol como productora. Por esto, es de suma importancia incorporar los factores sociales de la familia en el estudio económico ya que las condiciones de vida de una ama de casa de un hogar vulnerable no se asemejan a una que pertenezca a una familia adinerada; también, el estudio de estas dinámicas permite dar respuesta a la manera adecuada de retribución monetaria para las mujeres en su rol de cuidadoras al interior del hogar, así como el reconocimiento del valor que ellas generan al mercado y los países mismos. Así, en la medida en que se comience a estudiar el trabajo doméstico como una herramienta de reproducción social y capital humano, se podrá avanzar hacia una ciencia económica más inclusiva, así como el reconocimiento social merecido para las trabajadoras que diariamente se encargan del cuidado de la vida misma.
Isabella Palomino Yepez – Estudiante de Economía Universidad Santo Tomás
Referencias bibliográficas
Becker, G. (1987). Tratado sobre la familia; Madrid; Alianza Editorial
Bhattacharya, T (2018). Social Reproduction Theory: Remapping Class, Recentering Oppression. Pluto Press. ISBN 9781786801586
Ferguson, S (2016). Social Reproduction: What’s the big idea?. Pluto Press. https://www.plutobooks.com/blog/social-reproduction-theory-ferguson/
Sen, A. (1987). Gender and Cooperative Conflicts. Oxford University and World Institute for Development Economics Research.