La situación económica que está viviendo Colombia actualmente, con respecto a un aumento generalizado de los precios de los bienes y servicios me hace aludir un fragmento del reconocido Premio Nobel de economía Milton Friedman en su libro A Monetary History of the United States: «la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario», lo cual quiere decir que, la cantidad de dinero crece con mayor velocidad que la producción; Sin embargo, esta teoría no indica que en la práctica la economía funcione de la misma forma y menos en países tercermundistas. Por ende, para una mayor ampliación de esta ideología, es pertinente analizar la inflación galopante que vive Colombia hoy en día, la cual corresponde a choques de oferta como el fenómeno de la niña, los costos de producción, el incremento del precio de la gasolina, el conflicto internacional entre Rusia y Ucrania y la fuerte depreciación del peso, entre otros.
En adición, economías emergentes como la colombiana se ven fuertemente afectadas al depender en un 70% de las importaciones de alimentos como maíz, trigo y tortas de soya, los cuales sirven de insumos para la producción final. A su vez, importa cerca del 75% de sus fertilizantes, donde el 42% provienen de Rusia y Ucrania con destino al agro colombiano. Partiendo de lo anterior, es propio resaltar que la tasa de inflación ponderada para el mes de octubre fue del 12,22% donde el mayor peso correspondió a los productos alimenticios y bebidas no alcohólicas.
Entonces, ¿qué acciones debería tomar el Banco de La República para controlar esta cifra? La junta directiva del banco central, en muchas oportunidades opta por soluciones monetarias, las cuales buscan equilibrar el valor del dinero y la balanza de pagos; no obstante, se debe tener presente que la política monetaria y fiscal deben articularse o de lo contrario sería un antibiótico ineficaz en su lucha contra la inflación.
Por el contrario, hemos visto que los sectores más vulnerables se perjudican fuertemente, debido a que la categoría de alimentos tiene un fuerte peso dentro de la canasta básica. Según la nota macroeconómica publicada en el mes de mayo por la Universidad de los Andes, la inflación para la clase socioeconómica alta y baja llega al 6.7% y 10.5%, respectivamente, lo que refleja en un mayor costo de vida para la población más vulnerable en situación de pobreza.
Cabe resaltar que, si bien la política monetaria contractiva suele ser la más común en este contexto para frenar las presiones inflacionarias y desincentivar la demanda (la tasa de intervención en Colombia para el mes de noviembre es del 11% , la más alta en Colombia desde el 2008), esto trae consigo fuertes detonantes para el bienestar social; tales como, la disminución del crecimiento económico y el incremento del desempleo.
Partiendo de esto último, las propuestas encaminadas para desacelerar el alza de precios generalizado, además de la propuesta por el banco emisor —según algunos expertos— deberían basarse en reducciones arancelarias de insumos importados, otorgamiento de subsidios a las personas más vulnerables bajo un periodo determinado (para posteriormente incentivar hábitos que mermen su situación, i-e., la educación) y la promoción de la producción agrícola mediante auxilios financieros y el mejoramiento de su infraestructura vial.
Para finalizar, es propio resaltar que “si la cantidad de dinero sólo dependiera de la voluntad de la autoridad monetaria, ésta solamente bastaría con ajustar la cantidad de dinero como requiera la situación para alcanzar el nivel óptimo” (Iglesias. M, 2018, p.35). Sin embargo, este no es el caso de la inflación colombiana, por ende, el gobierno en curso posee un gran reto en materia de planeación de sus políticas, puesto que, deberá ejecutar acciones que signifiquen el mínimo costo para la sociedad, analizando tanto el gasto público como las tasas de interés. A su vez, el desolador panorama colombiano, nos demuestra que una política contractiva no basta, es necesario traer a colación factores exógenos para estimar el verdadero impacto de las políticas implementadas en la reducción de la tasa de inflación, alejándonos de dogmas económicos que no pueden ser extrapolables a la realidad de países en vías de desarrollo.
Valentina Velosa García- Estudiante de Economía- Facultad de Economía de la Universidad Santo Tomás
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