El tema ambiental ha cobrado gran importancia en las sociedades actuales debido al acelerado deterioro de los recursos naturales. Grandes crisis económicas como la segunda guerra mundial, la crisis del petróleo y la pandemia del COVID-19 han sido tenido un rol muy importante de la economía sostenible del siglo XXI. Estos eventos han llevado a un cambio en las relaciones económicas, alejándose de la concepción neoliberal que promueve la maximización de beneficios cortoplacista por parte de las empresas privadas. En su lugar, se busca adoptar políticas keynesianas que fomenten el bienestar social y la regulación gubernamental. Sin embargo, aún persisten desafíos como la contaminación, el cambio climático y la inequidad en la prestación de servicios como la salud.

Es entonces como a partir del fin del ciclo económico, se busca reemplazar el modelo económico actual por uno que fomente el desarrollo socioeconómico sostenible y la salud planetaria[1]. Esto implica dejar atrás el enfoque tradicional centrado en la lucratividad y adoptar dimensiones sociales, ambientales e incluso culturales como elementos centrales en la economía, fundamentados en la noción de desarrollo sostenible de la Comisión Brundtland (1987), buscando satisfacer las necesidades presentes sin comprometer las de las futuras generaciones, es decir, buscando obtener un Rendimiento Sostenible.

Ahora bien, considerando que la medicina natural, utiliza los remedios basados en plantas para promover la salud y tratar las enfermedades, sin generar efectos secundarios significativos, ni impactos ambientales negativos como los medicamentos sintéticos. Estas medicinas ancestrales y la economía sostenible comparten el objetivo de apoyar el bienestar social y proteger el medio ambiente. Por tanto, para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, es fundamental promover el acceso a una atención primaria de salud segura, eficaz, equitativa y rentable, especialmente ante el aumento de los costos de los medicamentos comerciales y las brechas en el acceso a la atención médica.

La medicina es tan antigua como la historia humana y también lo es la de los medicamentos. En la actualidad a medida que avanza la ciencia médica, la intensidad de las enfermedades a su vez se ha incrementado, por lo que el desarrollo de nuevos medicamentos reemplazaría a los medicamentos tradicionales, pero estos fármacos están asociados con una serie de efectos secundarios. “Dentro de los estudios sobre los medicamentos comunes que tienen efectos secundarios están: la aspirina, el diclofenaco, la enoxaparina, el ibuprofeno y el naproxeno, asociados con efectos de menor grado (dolor de espalda a dolores de cabeza), como de mayor grado (hemorragias, dificultades respiratorias, problemas hepáticos, renales entre otras)”. (Nisar, B. et al.,2018)

En efecto, la medicina natural ancestral está arraigada en la relación íntima entre las personas y la naturaleza, reconociendo que la naturaleza provee recursos para mantener y restaurar la salud. Según la OMS en su estrategia 2014-2023, la medicina natural ancestral basada en plantas es fundamental para garantizar el acceso a la atención primaria de salud a nivel mundial. Es necesario promover políticas públicas que integren la medicina tradicional en los sistemas de salud, aprovechando la accesibilidad y confiabilidad de las hierbas medicinales. Esto contribuiría a la sostenibilidad y al cultivo de plantas medicinales, cumpliendo con el objetivo global de garantizar una vida sana y promover el bienestar. De modo, que el uso equitativo y sostenible de las plantas medicinales, especialmente en forma de medicamentos, puede ser una solución rentable y accesible en un contexto de aumento de los costos de los medicamentos comerciales y brechas en el acceso a la atención médica.

En Colombia, la medicina ancestral tiene sus raíces en las culturas indígenas y afrodescendientes a lo largo de los siglos. Según el Instituto Von Humbolt (2022), se han identificado 29,947 especies de plantas con posibles usos alimenticios o medicinales en el país. Un estudio realizado por Bussmann, RW, Paniagua Z, NY. et al. (2018) reveló que en el área metropolitana de Colombia existen 409 especies de plantas utilizadas para tratar 19 categorías de enfermedades con 318 aplicaciones diferentes. En el departamento de Cundinamarca, se ha encontrado un gran número de áreas cultivadas de plantas aromáticas y medicinales, como Chipaque (4,100), La Calera (78) y Medina (49).

Respecto a la tendencia del mercado internacional, son millones de personas en todo el mundo quienes tienen un acceso restringido a los medicamentos farmacéuticos y dependen de los preparados a base de plantas como su principal o única fuente de medicamentos. Durante la pandemia de COVID-19, las hierbas medicinales desempeñaron un papel importante para las poblaciones vulnerables sin acceso a medicamentos y vacunas. Según la ANDI (2022), la producción farmacéutica de sustancias químicas medicinales y botánicos representa el 2,6% de la producción bruta de la industria manufacturera. Estos productos se enfocan principalmente en satisfacer la demanda interna, lo cual se hizo más crítico durante la pandemia, desatando las recientes conversaciones del Gobierno Nacional sobre seguridad farmacéutica.

Por tal manera, en el sector de fármacos fito-terapéuticos, se han observado oportunidades emergentes en Colombia, con un mercado en crecimiento y ganancias significativas de USD$ 30,8 miles de dólares y una tasa de crecimiento del 6,0% (Markets and Markets, 2020). Además, las exportaciones de hierbas aromáticas registraron un valor acumulado de USD FOB 279,7 millones en 2022, con un crecimiento promedio anual del 5,29% y cifras históricas para el sector (Asociación Nacional de Comercio Exterior). Sin embargo, los datos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible muestran una baja participación de los cultivos orgánicos en el mercado colombiano, representando menos del 1% del total de áreas cultivadas, incluyendo las plantas medicinales.

En el informe de la OMS de 2019 sobre medicina tradicional, los principales desafíos regulatorios y económicos que enfrentan los Estados miembros son la falta de datos de investigación, la escasez de apoyo financiero, la falta de mecanismos de monitoreo y seguridad, y la falta de educación y capacitación de los profesionales. Estos hallazgos revelan que la necesidad creciente de medicamentos a base de hierbas no está respaldada adecuadamente con investigaciones y apoyo económico, lo que mantiene la brecha entre los medicamentos tradicionales y los sintéticos. Además, la visión limitada de la biodiversidad medicinal como un recurso comercial desconectado del ecosistema impide que las personas aprovechen plenamente el potencial de la naturaleza para proporcionar medicamentos y evaluar la vulnerabilidad en la crisis ambiental mundial, especialmente en términos de sobreexplotación de la tierra y especies en peligro de extinción utilizadas para consumo.

Ahora bien, de las 374,000 especies de plantas conocidas por la humanidad, solo se ha investigado fitoquímicamente alrededor del 15% de los compuestos químicos y solo el 6% ha sido estudiado farmacológicamente. Un estudio realizado por Bernal, H.Y. & Mesa, C (2022) identificó 204 plantas medicinales endémicas en el país, pero muchas de ellas son subutilizadas, poco conocidas y en peligro de extinción, lo que resalta la importancia de la regulación ambiental, junto con la funcionalidad de la medicina natural como alternativa de salud. Según Cámara-Leret R, Paniagua-Z N, Balslev H, et al. (2014), la investigación etnobiológica en las tradiciones colombianas es escasa en comparación con otros países latinoamericanos. A pesar del potencial y la ventaja competitiva del país en satisfacer la creciente demanda mundial, se ha realizado poco desarrollo en los estudios etnofarmacológicos.

En conclusión, Colombia tiene el potencial para satisfacer la creciente demanda de plantas medicinales y aromáticas a precios más asequibles que los medicamentos sintéticos, aprovechando su extensión de tierra cultivable, biodiversidad y ubicación geográfica favorable. Sin embargo, aún enfrenta desafíos en términos de política económica y sostenibilidad. Dentro de estos desafíos están: la escasez de incentivos para la investigación científica, la falta de educación sobre estos productos, apoyo financiero y reconocimiento en los sistemas de salud, conciencia sobre la sobreexplotación de especies y promoción del comercio justo desde los campesinos hasta los comerciantes.

Paula Andrea Jaramillo Galeano

Estudiante de noveno semestre del programa de Economía

Universidad Santo Tomas de Bogotá-Colombia.

 

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[1] La salud planetaria reconoce que los factores ambientales, sociales y económicos influyen en la salud de las personas y el bienestar de los ecosistemas. Se preocupa por los impactos de los cambios globales, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la degradación ambiental y los desequilibrios ecológicos, en la salud humana y la salud de otros seres vivos. Por tanto, la salud planetaria es un concepto útil para comprender los impulsores vividos en la pandemia y permite trazar una hoja de ruta para la ciencia y la atención médica que pueda guiar las acciones para combatir la crisis económica y garantizar una recuperación saludable. (Mphekgwana, P, et al., 2021)