Es la cuarta vez desde el año 2000 que se radicará un proyecto de Ley para eliminar los 3 ceros que con los años ha ido ganando el peso colombiano. Según algunos senadores los proyectos no han pasado el trámite en el Congreso por muchas razones, como por ejemplo “la falta de concertación entre gobierno, bancos  y sector productivo sobre la conciencia de la necesidad de un nuevo peso”, o “la falta de ilustración para conocer los beneficios y bajos costos del proyecto”  y “la falta de conocimiento e idiosincrasia”. Ignoro cuales son las razones para que un proyecto del gusto de Santos no pasara en un congreso santista.

 

Lo que si es cierto es que frente al tema existe mucha confusión sobre los reales costos y beneficios del cambio de moneda y eso se nota cuando el tema sale a flote. Para la muestra un botón: un analista de Alianza Valores en la edición 22.1.2104 de La República concluye que “Si bien, el cambio en la moneda debe realizarse única y exclusivamente en economías con buenas cifras en términos de inflación y crecimiento. Creo que estamos en el momento indicado para hacerlo”. El analista afirma todo lo contrario a lo que la evidencia empírica ha mostrado a través de la historia y es que la única razón para un cambio de moneda es que el país sufriera de una hiperinflación. En esos casos no solo se justifica el cambio de, sino que la evidencia existente sugiere que el experimento suele ser exitoso.

 

En dinero en efectivo (que pagamos todos) el cambio de marras cuesta 220.000 millones, una cifra con muchos ceros a la derecha. Pero éste es el menor de los costos, pues a diferencia de lo que creen los ponentes del proyecto, yo sí creo que el cambio puede afectar el bienestar general de las personas, habida cuenta de pareceríainevitable el incremento del nivel de precios por cuenta del efecto  “redondeo” (los precios entonces van hacia el alza como ocurrió en Europa con el euro). Por ejemplo, sí hoy algo cuesta 1850 pesos con el cambio quedaría en 1 nuevo peso con 85 centavos, es entonces fácil prever que el bien en cuestión tenderá a costar 2 nuevos pesos.

 

El cambio de moneda obligaría además a tener monedas de 1, 2, 5 y 10 céntimos las cuales, como ocurre con nuestras actuales monedas de 20 pesos,  nadie las querrá en el bolsillo. Pero a los costos del cambio de los billetes y monedas, hay que añadirle el costo de las campañas reeducativas y la incertidumbre durante el cambio, pues como todas las masa monetaria no pueden sacarse simultáneamente habrá viejos y nuevos pesos circulando paralelamente, lo que es aprovechado por los “vivos”. Además hay unos costos de menú asociados al cambio de precios en toda la economía, costo que se compensa con unos precios más altos. Súmele a todo esto que el temor de los inversionistas, la desconfianza sobre la nueva moneda, que hace que necesariamente la moneda se devalué.

 

Cambiar la moneda es pues en este momento es un capricho oneroso e innecesario, en un país como Colombia que lo que requiere son verdaderos proyectos de reforma que el gobierno nos adeuda en varios campos tan necesarios como la salud, la educación y la justicia, todos por ahora en “veremos”.

 

@jhbarrientos