Recuerdo que el año pasado la puja por determinar el incremento del salario mínimo que regiría en el 2010 comenzó tres meses antes. La idea entonces partió de anticiparse a la negociación provino del Ejecutivo, en parte porque éstas decisiones toma tiempo debatirlas, y en parte porque mantenía ocupada y pendiente a la opinión pública en algo diferentes al Referendo, Agro Ingreso Seguro, las chuzadas, etc… El resultado fue el de cada año: no importa cuán anticipadamente se comience las conversaciones, el final de la discusión siempre quedará zanjada por el Gobierno al estipular por decreto el monto de incremento del salario mínimo. Esta vez no fue la excepción.
En principios, lo deseable es que la determinación del salario se rigiera por las leyes del mercado, pues el salario es el precio del “bien” trabajo y en teoría la remuneración a tal factor debe ser equivalente a la productividad (la producción adicional cada trabajador) pero enfrentamos serios problemas técnicos de medición de la productividad debido a que es difícil observarla para la mayoría de las ocupaciones, es fácil por ejemplo, cuan productivo es un escritor o columnista, una fabricante de automóviles e incluso un profesor, pero para muchas profesiones esto no es tan simple.
A pesar de lo tentador que suena un mercado de trabajo libre, los economistas sabemos tres cosas fundamentales: primero, que mientras más eficiente sea el mercado menos equitativo será en términos de remuneración y de generación de empleo; segundo, el mercado no sabe de máximos o mínimos, de modo que los salarios más bajos podrían incluso ser inferiores al mínimo deseado y tercero, en Colombia abunda la mano de obra poco calificada y dejar al mercado la determinación del salario (al menos el mínimo) es contraproducente pues genera más desigualdad en el ingreso, y por consiguiente más pobreza. Las cifras lo demuestran, el empleo que se ha creado recientemente es para profesionales calificados.
Descartado el mercado de trabajo como el “lugar” natural para la determinación del salario, queda o bien la negociación entre empleadores y empleados, con el Gobierno como árbitro, o bien directamente, y sin mediación alguna, el decreto gubernamental. Este escenario de negociación busca remplazar el mercado tratando de corregir las fallas de éste. De modo que las centrales representan el lado de la oferta y los demás representan los intereses del lado de la demanda de trabajo. Está claro, y las partes lo saben, que no se puede proponer incrementos del salario mínimo exagerados, por la presión que genera sobre la demanda y los precios de los demás bienes que finalmente haría inocua el exiguo incremento del salario mínimo, pero los trabajadores tampoco aceptarán incrementos inferiores a la meta de inflación. Este ano los trabajadores pedían 8% y los empresarios ofrecían 3%, el resultado es por supuesto el fracaso de la negociación.
Ahora, la meta de inflación como directriz funciona cuando ésta se alcanza. Por ejemplo en el año 2007 la meta no se cumplió (la falta de previsión y factores incontrolables como el fenómeno del niño encarecieron la canasta familiar), en consecuencia, respecto a lo que se había negociado el año 2006 los trabajadores dejaron de ganar en términos reales, es decir algo de poder adquisitivo se dejo de obtener. En 2009, dirán algunos, lo contrario ocurrió, el incremento del salario fue equivalente a la inflación causada (y no la esperada) en 2008, 7.6%; dado que la inflación en 2009 no superó el 3%, los trabajadores ganaron un incremento real en 2009 de 4.6%. En 2010 los trabajadores tuvieron un incremento de 3%, superior a la inflación de 2009 que fue del 2%, pero en 2011 panorama será muy distinto, la meta puntual para efectos legales del 3% quizá no se alcance (recordemos que el rango es 2% a 4%) y el gobierno se verá obligado a un incremento salarial igual o ligeramente superior al 3%, el que ofrecían precisamente los empresarios, ah, los vericuetos de la economía!!!
Habida cuenta de esto, paso lo natural: primero, en un contexto de expectativas sobrepasadas de crecimiento de la economía, se exigió demasiado, la negociación fue dura y fracasó. Segundo, que según las cuentas sobre la ganancia acumulada en términos reales de los trabajadores en 2009 y 2010, el incremento del salario mínimo para 2011 no superará, siendo muy optimistas, el 4.0%.