En Europa las barras bravas son especies extintas, al menos en la Europa occidental. Cuando existían lo hooligans los mal llamados hinchas (la mayoría) se camuflaban entre ellos, pero hay que decirlo, los hoolingans, como lo son las barras bravas de hoy y de aquí, eran una mala hierba, una planta feraz que invadía y acababa con lo que había a su paso: el orden, la tranquilidad, la paz y hasta el propio futbol. A los hooligans los acabaron con leyes más fuertes, con condenas severas y creíbles y, por supuesto, con entradas más caras a los eventos, porque el mecanismo de precios funciona muy bien en estos casos. Y no solo ellos fueron castigados, también a quienes sin saberlo fueron colaboradores: bares donde vendían alcohol, locales en las afueras de los escenarios, transportadores, etc.; Por supuesto, allí no estaba permitido, como aquí, los venteros en las gradas, quienes incordian a los hinchas y distribuyen alcohol clandestinamente. El problema se erradicó entonces, literalmente, eliminando la infra-cultura alrededor del futbol (barras, alcohol, venteros, reventa de entradas, etc.).

En ese sentido la Ley 1445 de 2011 no ataca el problema de raíz, es una ley a la que hay que ponerle dientes tan filosos como los cuchillos de los violentos (que no me explico cómo entran al Estadio). Se necesita una ley que funcione en la práctica y libre a los verdaderos hinchas y a los vecinos de los estadios de los violentos. Basta de explicaciones sociológicas sobre la vida triste y vacía de estas personas en los barrios, y quienes supuestamente solo tienen para el desahogo ir el domingo a los estadios a descargar sus frustraciones y sus odios agrediendo – y en ocasiones matando- a otros. Llamemos el problema por su nombre: eso es violencia pura, por placer y sin razón.

Puesto que es un hecho que hay que regular, la pregunta es: ¿donde hacerlo? No puede ser que los equipos de futbol sigan soportando las sanciones que deben ser para los hinchas y que por supuesto no los mueve a cambiar de actitud. Hay que endurecer la penas para los violentos – por ejemplo, para los menores de edad y sus responsable -; pero los clubes deben apoyar al Estado con campañas de prevención y educación, e insisto, hay que regular la entrada a los estadios, con carnetizacion de afiliación al Club, que tenga un costo inicial y de revalidación anual y que permita la preferencia en la compra de boletas con descuento, también hay que generar un mecanismos de precios que eleve el costo de las entradas a los estadios (¿para quién no es una molestia cada jornada hinchas borrachos y drogados en los semáforos pidiendo monedas para las boleta?)

Mi padre solían llevarme a futbol cuando era un niño, eso hoy es imposible, una franca estupidez arriesgar la integridad de un menor por un partido de futbol. Sería estupendo ver un estadio donde la gente no lance el odio embotellado, donde el enfermizo amor por los equipos no se transforme en ira con la derrota o en desbordante hilaridad con el triunfo. El futbol es un deporte cuyo espectáculo a su alrededor se sustituyó por la violencia con el advenimiento de las llamadas barras bravas. Creo que el futbol civilizado aún es posible y que emular el ejemplo inglés puede ser realidad.