Esta semana el Dane reveló que la brecha salarial en Colombia entre hombres y mujeres se amplió en el último año, la cual pasó del 18.1% al 20.2% a favor de los hombres; es decir, que los hombres ganan cerca de 20.2% más que aquellas mujeres con un nivel similar de educación. Según el director del Dane “ese es apenas uno de los aspectos más visibles de un modelo de desarrollo caracterizado por la inequidad, en el que las mujeres llevan la peor parte. Naturalmente, es una conclusión demasiado pesimista y, por supuesto, es un tema en el que todo avance es apreciado, pues la equidad de género debería inducir un cierto equilibrio entre hombres y mujeres, tanto en la participación en el mercado laboral como en la remuneración.

No obstante, si echamos un vistazo hacía atrás en el tiempo quizá no habría duda de que el progreso de las mujeres en las últimas décadas ha sido extraordinario. Pese a le reciente cifra del Dane, es innegable que hace cuatro décadas la brecha salarial era muy superior; además el incremento de la escolaridad femenina ha sido tal que casi ha igualado a la de los hombres; y más destacable aún, es que la aparición de la pastilla anticonceptiva le permitió a las mujeres un control sin precedente permitiéndole posponer la maternidad para educarse y participar en el mercado laboral y, en consecuencia, le otorgó poder para negociar sus términos y condiciones tanto a la hora de casarse como de divorciarse. Este enfoque intertemporal del problema, pese a ser más optimista y esperanzador, no parece ser motivo de felicidad para el promedio de las mujeres, quienes con razón reclaman más derechos, más oportunidades y más igualdad.

La pregunta entonces es ¿qué hay detrás de esta infelicidad femenina pese a los sobresalientes logros en las últimas décadas? Es probable que en el futuro los cambios deseados por ellas sean más lentos de lo esperado, pues existen no solo hechos idiosincráticos que requieren más de un par de décadas para que cambien, sino también realidades biológicas quizá infranqueables. Es probable que pese a los logros laborales, la carga emocional de los hogares y las familias aun recaiga principalmente en ellas; igualmente, el machismo como fenómeno cultural puede ser removible con el tiempo, pero la maternidad, la cual involucra necesariamente aspectos biológicos que pueden deteriorar la productividad laboral, es algo a lo que la mayoría de las mujeres no está dispuesta a renunciar.

Para ellas enfrentar estas situaciones no es fácil,  pues el mercado les impone altos costos y las pone en desventaja, cosa que ellos racionalmente han sabido aprovechar.

@jhbarrientos