Este año la puja por determinar el incremento del salario mínimo que regirá en el año 2010 comenzó mucho antes de lo esperado. La idea de la discusión sobre el incremento de marras tan anticipada viene, claro está, del Ejecutivo, en parte porque éstas decisiones toma tiempo debatirlas, y en parte porque mantiene ocupada y pendiente a la opinión pública en asuntos diferentes al Referendo o a Agro Ingreso Seguro. Pero no importa cuán anticipadamente se comience las conversaciones, sabemos cuál es el final de la discusión: quedará zanjada por el Gobierno al estipular por decreto el monto de incremento del salario mínimo. No por madrugar más amanece más rápido.

 


En principios, lo deseable es que la determinación del salario se rigiera por las leyes del mercado, pues el salario es el precio del “bien” trabajo y en teoría la remuneración a tal factor debe ser equivalente a la productividad (la producción adicional cada trabajador) pero enfrentamos serios problemas técnicos de medición de la productividad debido a que es difícil observarla para la mayoría de las ocupaciones.


A pesar de lo tentador que suena un mercado de trabajo libre, los economistas sabemos tres cosas fundamentales: primero, que mientras más eficiente sea el mercado menos equitativo será en términos de remuneración y de generación de empleo; segundo, el mercado no sabe de máximos o mínimos, de modo que los salarios más bajos podrían incluso ser inferiores al mínimo deseado y tercero, en Colombia abunda la mano de obra poco calificada y dejar al mercado la determinación del salario (al menos el mínimo) es contraproducente pues genera más desigualdad en el ingreso, y por consiguiente más pobreza.


Descartado el mercado de trabajo como el “lugar” natural para la determinación del salario de los trabajadores, queda o bien la negociación anticipada entre gremios y trabajadores, con el Gobierno como árbitro, o bien directamente, y sin mediación alguna, el decreto gubernamental. Este escenario de negociación busca remplazar el mercado tratando de corregir las fallas de éste. De modo que las centrales representan el lado de la oferta del mercado (trabajadores) y los demás representan los intereses del lado de la demanda de trabajo (los productores). Está claro, y las partes lo saben, que no se puede proponer incrementos del salario mínimo exagerados, por la presión que genera sobre la demanda y los precios de los demás bienes que finalmente haría inocua el exiguo incremento del salario mínimo, pero los trabajadores tampoco aceptarán incrementos inferiores a la meta de inflación.


Ahora, la meta de inflación como directriz funciona cuando ésta se alcanza. Por ejemplo en el año 2007 la meta no se cumplió (la falta de previsión y factores incontrolables como el fenómeno del niño encarecieron la canasta familiar), en consecuencia, respecto a lo que se había negociado el año 2006 los trabajadores dejaron de ganar en términos reales, es decir algo de poder adquisitivo se dejo de obtener. Este año, dirán algunos, que lo contrario ocurrió: en 2009 el incremento del salario fue equivalente a la inflación causada (y no la esperada) en 2008, 7.6%, dado que la inflación en 2009 no superará el 3%, los trabajadores ganaron un incremento real en 2009 de 4.6%.


Habida cuenta de esto, dos cosas se pueden prever. Primero que la negociación será más dura de lo normal (aunque eso no importa), pues 2009 ha sido el peor año para economía colombiana en la era Uribe II, el crecimiento del PIB estará cerca de 0%, la producción industrial y las ventas del comercio han caído drásticamente a lo largo de 2009, entre la revaluación del dólar y los problemas con Venezuela las exportaciones han sido fuertemente golpeadas, el desempleo esta disparado y hay temor en el Gobierno de que incrementos drásticos del mínimo pueda generar más desempleo. Segundo, que según las cuentas sobre la ganancia en términos reales de los trabajadores en 2009, el incremento del salario mínimo no superará, siendo muy optimistas, el mediocre 4%.