La semana pasada la modelo Alejandra Azcárate fue tema en las redes sociales. Escribió un insidioso artículo sobre las bondades de ser “gordita”. Naturalmente, el artículo es una listado de características que ciertamente están lejos de ser bondades y, por el contrario, son rasgos por las cuales, según Naomi Wolf en su libro The Beauty Myth, las mujeres son discriminadas en muchos ámbitos de la vida como el trabajo, la religión y el sexo. Bien podría la Azcárate informarse antes de escribir sobre un tema controversial y delicado. Wolf señala también que las mujeres después de “eliminar” parcialmente el ideal de maternidad y ganarse un espacio en el mercado laboral, actualmente las acosa el artificial y bien publicitado mito de belleza occidental.
Las consecuencia del mito de la belleza son palpables: enfermedades como la anorexia y la bulimia, y no son pocas las mujeres quienes han muerto por el exceso de ejercicio físico y en el quirófano. Pero el efecto del mito de la belleza no solo afecta la salud, se siente también el mundo profesional, pues ha afectado la participación de las mujeres en el mercado laboral produciendo un sesgo a la baja en sus salarios. La evidencia empírica –en el caso norteamericano– sugiere que el ingreso salarial de las mujeres con sobrepeso es, en promedio, más bajo que el de aquellas cuyo peso esta en el rango “recomendado”.
No sería extraño que en el caso colombiano los resultados fueran parecidos a los del norteamericano, dada nuestra percepción sobre la belleza, pues según cifras de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (2010), la estatura y peso promedio de las mujeres colombianas es de 1.55 mts y 61.3 kg respectivamente y la circunferencia de la cintura es de 82 cm, la encuesta también indica que el 4% de las mujeres (entre 18 y 64 años) son delgadas, 46% está en el rango recomendable y el sorprendente 50% está en alto riesgo de sobre peso.
Habida cuenta de estos números, el estereotipo de belleza de nuestra cultura, muy ligado a la delgadez, la estatura, la simetría facial y a la publicidad, es para muchas mujeres un estándar inalcanzable y que, según Naomi Wolf, “se utiliza física y sicológicamente para castigar a las mujeres por su imposibilidad a la hora de alcanzarlo y adaptarse a él”. Esto ha llevado a muchas mujeres –incluso a aquellas quienes aparentemente encajan en el ideal de belleza occidental– a arriesgar la salud y la vida, imponiéndose estrictas dietas, jornadas extenuantes de ejercicio o sometiéndose a las bondades del milagroso, pero también peligroso, quirófano.
@jhbarrientos