Por: Carlos A. Espinosa Pérez*
Por triste que resulte reconocerlo, es innegable que somos un pueblo envidioso. Literalmente nos “morimos de la rabia” con el éxito ajeno y en lugar de dedicarnos a superar nuestras propias falencias, nos soslayamos en criticar ferozmente, las más de las veces sin razón, a todos aquellos que logran ser exitosos.
Por esa razón y no con poca colaboración de los medios, literalmente lapidamos a quién gana mucho dinero o se hace rico con su negocio, por ese solo hecho: cometer el delito de ser exitoso. Mal camino ese.
Las sociedades necesitan por multiplicidad de razones personas exitosas, que en negocios lícitos, con esfuerzo y asumiendo riesgos, tengan éxito y por ende ganen mucho dinero. Eso no solamente irriga bienestar al conglomerado sino que permite contar con modelos de comportamiento a emular.
El problema no es ese, el problema es que como dicen los sajones, “el campo de juego no esté nivelado”, es decir, que no todos podamos participar en igualdad de condiciones o si se quiere más gráficamente, referidos al tema tributario, que esas personas acaudaladas no paguen lo justo.
Empero, antes de iniciar un nuevo proceso de lapidación colectiva (equivocado por lo demás), hemos de reconocer que el problema no son los individuos exitosos económicamente (que si lo son es probablemente porque lo han hecho mejor que nosotros), la raíz del problema es el sistema tributario, que otorga demasiadas gabelas y beneficios, en una perversa y extrema versión criolla de la “regla buffet”. (1).
La decisión de eludir impuestos no es una decisión moral, es una decisión racional y empresarial como cualquier otra. Mientras el beneficio potencial, derivado de la absurda tasa de tributación nominal (donde hay que incluir el sinfín de impuestos, contribuciones y cargas de todo orden y pelambre) sea tan alto, el contribuyente de altos ingresos optará por ese camino y digámoslo también, se le hará rentable contratar a personajes como quién esto suscribe, pues la ponderación entre costo y beneficio por el factor de riesgo, seguirá siendo positiva.
El primer paso claramente es reducir la rentabilidad de las prácticas elusivas y evasivas, con tarifas racionales (el Director de la DIAN lo ha dicho claramente, ninguna empresa tributa siquiera al 20% sobre sus ingresos), pero además de ello y en forma concomitante eliminar distorsiones absurdas del sistema.
Para esto último y regresando al tema de esta nota, resulta interesante ver el anuncio del gobierno en el sentido que por primera vez se intentará meter baza en el tema de las ganancias de capital y los dividendos.
Por allí hay que empezar, pues causa cierta hilaridad leer que el banquero más rico del país anuncia con bombos y platillos cuanto dinero “pagó” en impuestos, cuando todo aquél que algo sabe de impuestos tiene claro que los ricos en Colombia no pagan impuestos, pagan sus empresas que es cosa bien diferente.
E insisto, no es ello causa para agredirles o criticarles, ellos utilizan lo que el sistema les otorga y demagógico sería pretender que deberíamos criticar en lugar de aplaudir a quienes han demostrado ser exitosos.
El punto está en que eximir de todo impuesto el reparto de dividendos, las utilidades en bolsa (de facto lo están pues el umbral es muy alto), la posesión de acciones y cuotas en sociedades nacionales, no tiene ningún sentido.
Por ello (insisto), resulta de aplaudir la propuesta del gobierno de solo mantener la exención para dividendos que en el año no excedan una cifra relativamente menor, para de allí en adelante someterles a retención en la fuente y hacerles tributar con una tarifa diferencial, que estimule la reinversión y no el reparto de dividendos. Unido a ello, debería eliminarse el artículo que en la práctica exime del impuesto de renta las utilidades por operaciones en bolsa y mantenerlo solo para operaciones de los fondos de pensiones y cesantías.
Esas normas se han justificado siempre para propiciar una ampliación del mercado de capitales, pero en realidad solo han servido para incrementar la diferencia económica y favorecer a quienes tienen acceso a ese mercado.
El siguiente paso, como siempre hemos afirmado en esta columna, luego de simplificar el sistema, es la creación del tipo penal de evasión fiscal, dando un plazo prudente en años para que todos, por así decirlo “nos pongamos juiciosos”.
Todos los países civilizados cuentan con ese tipo penal y como dijo Oliver Wendell Homes Jr, “los impuestos son el precio que pagamos por una sociedad civilizada”. Se requiere un Presidente que como el actual, provenga de la clase adinerada del país y tenga por ende autoridad moral suficiente, para introducir los cambios radicales que el país requiere.
(1) Ver: http://www.portafolio.co/opinion/blogs/juridica/hunting-rich-cazando-los-ricos
* Ex Director General de la DIAN. Consultor Privado y Profesor Universitario. carlose1@cable.net.co
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