
Por: Edgar Suárez Ortiz y Mónica Restrepo Campiño .
Hoy en día el objetivo al cual se dirigen las empresas es múltiple. Esta manera de concebirlas no se dirige únicamente a la generación de los aportes económicos que pueden generar a sus propietarios (que es su fin inmediato), sino que se considera que su actuación debe ser comprometida con su entorno, siendo respetuosa de los procesos que se generan en la sociedad como conjunto, con el objetivo básico de constituirse en agentes de responsabilidad social.
Esta nueva concepción nace primordialmente con la aparición del gobierno corporativo (tema reiterativo en las entidades económicas que se adhieren a las tendencias mundiales de manejo responsable de las organizaciones) que es consciente de la influencia que las empresas tienen sobre otros ámbitos y personas, además de los miembros de su gobierno y los aportantes de capital o grupos de referencia. Para ello, y con el fin de tener garantizados sus intereses y obtener respaldo en su ámbito de acción, el propósito es identificar y revelar cuáles son estos grupos en particular, es decir, sus grupos de interés.
Por fenómenos globales como la creciente pobreza, las tasas altas de desnutrición, de desempleo, la distribución inequitativa de la riqueza, entre otros, el sector empresarial ha tomado conciencia de la trascendencia de su papel en el combate de estos flagelos de la humanidad, que no sólo le competen a los entes estatales sino a los privados, precisamente por la derivación de capital de la comunidad. En este sentido, las empresas han creado fundaciones o programas para ayudar a personas que componen determinados sectores de la población (por ejemplo, dirigiendo su atención a zonas de escasos recursos económicos). En ello se basa uno de los pilares del gobierno corporativo y debe ser uno de los principios de todo ser humano: devolver a la sociedad los beneficios otorgados.
En Colombia, la importancia creciente de la comunidad, plasmada en la consideración de la ayuda humanitaria, social, educativa y demás, ha venido fortaleciéndose con el paso de los años. Sin embargo, falta mucho por hacer en el reconocimiento del otro como individuo y como ente social (se ha podido establecer, por estudios de Supersociedades) que un 78% de las empresas colombianas en procesos de liquidación no participan en procesos de carácter social).
Es importante entonces reconocer a la comunidad y a los individuos el estatus que la empresa ha adquirido, pero además se debe responder a los procesos del mundo globalizado y a las convenciones internacionales. No se trata sólo de poseer los requerimientos que garanticen una estabilidad económica, sino que se deben implementar temas como el manejo y tratamiento de la política ambiental, la protección de la propiedad intelectual, las políticas antisoborno, de inversión social y la implantación de sistemas de información integral. De esta manera se busca no sólo la estabilidad económica, sino la satisfacción de temas vitales en términos de humanización y convivencia.
En suma, se trata de ser y mostrarse como un ente responsable a la comunidad, forjando confianza el proceso de la compañía, lo que repercutirá en su propio beneficio.
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