Para las empresas en general, el punto cardinal en el que encuentran su eficaz desarrollo, se ubica en los órganos que la gobiernan. Desde allí se proyectan, tanto interna como externamente, al mundo en el que actúan y del cual derivan sus beneficios. Éste, sin duda alguna, es un aspecto que encierra a la Junta Directiva, tema de gran preocupación para algunos empresarios, y de menor valor para otros. Lo que es una realidad, es que los atañe a todos.(1)
Del buen manejo dado a este órgano de gobierno, depende en gran parte el éxito empresarial, las relaciones entre los accionistas y la imagen que proyectamos ante los grupos de interés. Esta realidad, que es palpable en todas las organizaciones, afectará el devenir del negocio si los inversionistas no entienden la diferencia que existe entre una asamblea general y una junta; algo muy común en nuestro medio.
Hace no mucho tiempo me encontré con un caso digno de resaltar, donde los dueños de la empresa de calzado Yepeto S.A. me invitaron a darles una charla sobre Juntas Directivas. Cuál sería mi sorpresa al encontrar en la sala de reunión un descontento general que reinaba de manera uniforme. Confieso que en un principio me sentí un poco incómodo e intimidado, pero a medida que avanzaba la reunión comprendí el por qué de tal situación. Tenía en frente al 49% de la participación de la empresa, representada en un grupo de no más de 10 accionistas, y fue entonces cuando me pregunté: ¿Dónde se encuentra el 51% restante? A tal interrogante se generó un cruce de miradas y un silencio escabroso, como un duelo de villanos en plena película del oeste.
Para mi sorpresa, Don Jaime Pinocchio socio mayoritario de la compañía, no solía asistir a las reuniones de Junta Directiva, porque una de sus tantas empresas era no sólo la proveedora del cuero de Yepeto S.A., sino la principal acreedora con casi la tercera parte de la deuda de la empresa; la gran mayoría de dudoso recaudo. En pocas palabras, este hábil empresario estaba lucrándose a costa de desangrar otro de sus negocios y sus socios minoritarios.
Lo que quiero resaltar es que tanto en ésta como en otras empresas con características similares, la Junta Directiva se ha convertido en un adorno utilizado por los accionistas para hacer efectivos sus deseos, adquiriendo el papel de una entidad bastante inefectiva. Estas organizaciones no se han percatado que pese a existir Junta Directiva, no se llevan a cabo las verdaderas funciones de la misma, incumpliendo así con el papel que les exige a las sociedades el gobierno corporativo.
¿Cuáles son entonces los factores más importantes que determinan las buenas prácticas o el buen funcionamiento de una Junta Directiva? Acá les comparto unos “tips” bien interesantes desprendidos de un estudio realizado (2)
a. Las personalidades importan: Le guste o no esta aseveración a los “gurús” en la materia, está demostrado que dependiendo del perfil de miembros dependientes e independientes que conformen una Junta Directiva, así mismo será su funcionamiento. Entre algunos de los aspectos donde se generan más divergencias son en la relación con el gerente de la empresa, asignación de tiempos y plazos para la entrega de tareas, e información que le transmitimos a los accionistas. Cuando tenemos alguien de personalidad fuerte, combinado con una gran centralización de poder (el caso en mención), se puede llegar a ejercer un desmesurado poder.
b. Modelo estratégico o empresarial: No sólo la volatilidad del mercado, sino los abruptos cambios empresariales, están demandando juntas maduras que sepan influir en la estrategia de la empresa, combatiendo la complacencia y burocracia. Esto demanda una supervisión de este ente, con un enfoque más orgánico y gradual.
c. Medio ambiente empresarial: La Junta debe tener un olfato especial sobre lo que se debe y no se debe hacer frente al entorno político, normas sociales y regulaciones a nivel general. Así no parezca, de acá se puede desprender el buen o mal nombre de una organización, donde muchas veces la marca suele ser el distintivo de mayor valor, por encima de cualquier otro activo tangible o intangible.
d. Propiedad: La gran mayoría de normas de gobierno son impulsadas por los accionistas mayoritarios, que a su vez se consideran representantes de los minoritarios. Esto determina que a menudo las decisiones que se toman suelen ser a favor de los mismos.
Estos puntos han llevado a algunas empresas a obviar un órgano como el de la Junta Directiva, ya que es más la complejidad de funcionamiento que aporta, que dilucidar salidas claras, velando por los intereses de los socios y a su vez de la administración.
Encarrilar una Junta Directiva como la de Yepeto S.A no es nada fácil, pero sí representa un reto, el cual sé que más de un empresario está atravesando en este momento. No me equivoqué al hacer remembranzas de esta compañía, ya que la semana pasada un amigo cercano me comentó que estaban entrando en proceso de liquidación. De igual forma el comentario no me extrañó, porque lo que acá relaté sólo fue la crónica de una “mala junta”, que conllevó a una anunciada bancarrota empresarial.
Señor empresario: Llénese de valor para incursionar en un sistema de buenas prácticas de gobierno en su Junta, y no permita estar rodeado de miembros que convertirán su empresa en un mundo de realismo mágico.
(1) “El buen gobierno es la clave del éxito”. John Ward. Prólogo. En: Fred Neubauer. Alden Lank. La empresa familiar. Bilbao: Deusto, 1999. p. 9.
(2) Centro de Investigaciones Lombard Odier Darier Hentsch. Instituto IMD. Lausana, Suiza. John Ward.
* Diego Parra Herrera.Profesor Titular de la Facultad de Administración de la Universidad Externado. Consultor en Empresas de Familia a nivel Nacional e Internacional.
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