Por Julio Londoño Hidalgo*
Si nos detenemos a examinar aquellas situaciones en que fueron reelegidos presidentes en nuestro país en el siglo pasado encontramos que esto sólo ocurrió una vez, es el caso de Alfonso López Pumarejo, quien fue elegido por primera vez (1934) a los cuarenta y ocho años, y una segunda vez (1942) a los cincuenta y seis, después del mandato de Eduardo Santos. El período de López Pumarejo ha sido estudiado de manera extensa por los historiadores Colombianos, por lo tanto no nos detendremos en él, cabe destacar, que el segundo mandato no lo terminó por distintas razones, entre situaciones de carácter personal y político. Podemos entonces afirmar que los únicos presidentes que han sido reelegidos de manera popular, para cumplir un nuevo período constitucional, inmediatamente después de haber cumplido el primero en los mismos términos son en el siglo XIX Rafael Nuñez y en el siglo XXI Álvaro Uribe.
A pesar de esta conclusión, el siglo XX en Colombia tiene otras manifestaciones que deben ser tenidas en cuanto a reelección presidencial se habla, nos referimos al Frente Nacional, la influencia del poder familiar en la política Colombiana, la Junta Militar de 1957 y los motivos de la Constituyente de 1991. El primero de estos fenómenos afecta la reelección directamente al romper el esquema de permitir reelegir al gobernante que termina su período, al existir la obligación de escoger a un candidato de otro partido, lo que en teoría desharía la continuidad; valdría la pena estudiar con mayor profundidad qué tan cierto es esto.
Ampliamente debatido en su momento, el frente nacional llevó al país a la alternación del poder entre liberales y conservadores durante cuatro períodos, además de romper esto la posibilidad de mantener la continuidad, también limitó la posibilidad de involucrar a terceros partidos en el ámbito político nacional.
Otro de los factores determinantes del tema de la reelección en el siglo XX a nuestro juicio es el origen familiar de los presidentes Colombianos, encontramos un par de ejemplos donde el hijo sucede al padre años después, el nieto, e inclusive hay numerosas candidaturas a la presidencia de familiares de presidentes pasados. Alfonso López Michelsen, presidente entre 1974 y 1978, hijo de Alfonso López Pumarejo; Andrés Pastrana Arango, hijo de Misael Pastrana Borrero (1970 – 1974); el caso de Mariano Ospina Pérez, nieto de Mariano Ospina Rodríguez (1857-1861), y a su vez sobrino de Pedro Nel Ospina (1922-1926). Asimismo los colombianos recuerdan las candidaturas de Álvaro Gómez Hurtado, hijo de Laureano Gómez; la de Carlos Lleras de la Fuente, hijo a su vez del también presidente Carlos Lleras Restrepo, éste a su vez primo de Alberto Lleras Camargo. Como éstos hay varios ejemplos más de parentesco en el poder del siglo XX.
El origen familiar es en este caso una forma de continuidad, y de afinidad de ideas, programas, partidos y planes; por esto es una situación relevante cuando se estudia la reelección, pues estos son algunos de los principales argumentos de quienes son partidarios de la reelección. No buscamos hacer juicio alguno sobre estas situaciones, tan sólo ilustrar cómo se ha desarrollado brevemente el poder presidencial en Colombia, pero pareciera esto ser una tendencia, que se fortalece en el siglo XX, probablemente por una situación generacional.
El siglo XX tiene características distintas al XIX, especialmente en lo que se refiere a la consolidación de los partidos políticos, y a la aparente estabilidad constitucional que existió, pues recordemos que de un gran número de constituciones que existieron en el siglo antepasado, en el que acaba de transcurrir (sólo) tuvieron vigencia dos textos: el de 1886 con grandes e importantes reformas (1910, 1936, 1945, 1968, 1986) y el de 1991 que aún nos rige. Asimismo fue un siglo dividido por un interesante fenómeno a nivel presidencial que fue la Junta Militar, donde a partir de 1957 el país fue gobernado por cinco ilustres militares, generando una situación insólita e irrepetible hasta entonces en nuestro país; la división del poder en varias personas creó un fuerte impacto no sólo en la cultura política colombiana sino también en la social. Es por fenómenos como éste y como el del llamado quinquenio de Rafael Reyes a comienzos de siglo, donde se puede concluir que el poder presidencial en este siglo es eminentemente fuerte y a la vez querido, controversial y generador de distintos sentimientos, especialmente con figuras como López Pumarejo, Laureano Gómez, Alberto Lleras y Carlos Lleras, todos ellos ampliamente recordados y queridos por los Colombianos.
Rota la columna vertebral de la Constitución de 1886, con la reforma hecha cien años después en 1986, que permitió entre otras cosas la elección popular de alcaldes; parece natural que se buscara la forma de proceder a cambiar la carta por una más adecuada a los desarrollos actuales, compromisos internacionales en materia de derechos humanos y otros desarrollos claves para nuestro país como la Corte Constitucional. Ya muchos de estos desarrollos habían sido planteados en la fallida reforma constitucional de 1979, es el caso de la Fiscalía General de la Nación, y había un gran consenso en ese entonces por limitar al poder ejecutivo, desde distintas perspectivas, especialmente en dos (sin descartar otras) la limitación del famoso estado de sitio, figura que le daba grandes poderes al presidente de la república, y el cual llegó a ser tan común, que – como dice el Nobel García Márquez en El Coronel No Tiene Quien le Escriba -, se estaba más en estado de sitio que sin él. Otro importante punto en la constituyente fue limitar el poder económico que tenía el ejecutivo y su relación con el Banco de la República. Todo esto llevó a que se consagrara la elección del presidente de la república sólo por una vez, cortando la posibilidad de que los colombianos reeligieran al primer mandatario y se regresó de nuevo a la figura del vicepresidente.
El resto del siglo XX transcurre en mediana normalidad en lo que respecta al ejecutivo, y no se abre el debate reeleccionista hasta comienzos del siglo XXI, es así que la Constitución de 1991 ha sufrido pequeñas pero importantes transformaciones, algunas innecesarias como el cambio de nombre de la capital de la república dos veces, pero que en conjunto nos llevan a pensar que en pocos años de vigencia, comparada con la de 1886 a la misma edad, ha sido reformada más veces que su predecesora.
Es así que el poder ejecutivo en el siglo XX sufre importantes transformaciones, y a nuestro juicio todos esos hechos han sido definitivos para que los colombianos nos enfrentemos al debate hoy en día relativo a si debemos reformar nuevamente la constitución para permitir la reelección de quien ocupe la presidencia de la república por otro período constitucional.
*Julio Londoño Hidalgo, Abogado Javeriano, profesor de Historia del Derecho y abogado de la Unidad Laboral de Godoy Córdoba abogados. Correo: juliomauricio20@hotmail.com
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