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Por: Alberto Donadío*

 

El Gran Tsunami Financiero del año 2008 ha cobrado muchas víctimas en muchos países. El panorama en los Estados Unidos es devastador. De los cinco bancos de inversión de Nueva York que estaban vivitos y coleando al comienzo del año, dos naufragaron: Bear Stearns y Lehman Brothers. Otro, el venerable Merrill Lynch Pierce, Fenner & Smith, que en esta época de absoluto abreviacionismo se llamaba Merrill Lynch o ML, fue rescatado exánime y acogido bajo la protección del Bank of America, donde será ahora un apéndice. Otras dos casas sobrevivieron al tsunami, pero en condiciones de salud muy delicadas: Goldman Sachs y Morgan Stanley. A los cinco los llamaban masters of the universe, se suponía que su conocimiento de las finanzas internacionales no tenía igual, prácticamente nadie se atrevía a pronosticar que algún día desaparecerían como por encanto, pero precisamente ese fue el efecto del cataclismo.

En cuanto a los bancos comerciales de los Estados Unidos, dos de los grandes han mostrado gran fortaleza: Bank of America y JP Morgan. Han adquirido o protegido a instituciones debilitadas. Pero son varios los bancos que se vinieron abajo como un castillo de naipes. Las inyecciones masivas de fondos públicos que se han decretado no se habían visto en mucho tiempo y más parecerían propias de la banca argentina de otros tiempos.

En Europa el panorama es igualmente desolador. Varios bancos grandes y medianos de Alemania han ido a pedir ayuda debido a sus inversiones en títulos hoy depreciados del sector inmobiliario USA. Francia no ha estado exenta, como no lo han estado las instituciones financieras belgas y holandesas. En Suiza, increíblemente, donde la actividad bancaria se practica con la misma perfección de la chocolatería, es francamente penoso leer sobre las reiteradas provisiones de bancos de estatura mundial. No digamos nombres pero algunos de los mayores incluyendo el de tres letras han tenido que ser rescatados por el banco central en Berna.

En Inglaterra son varios los bancos que han tenido que recibir ayuda de emergencia. Y no hablemos de Islandia, país que sencillamente se quebró gracias a las operaciones de sus pocos bancos. El país está en cuidados intensivos a cargo de ese cirujano tan conocido en América Latina en los años sesenta, setenta y ochenta: el Fondo Monetario Internacional.

Poco o nada se habla, en cambio, de los países que resultaron incólumes. Entre las naciones desarrolladas, el caso más notable es el de Canadá. Ningún banco ha cerrado en el 2008, ninguno está en sala de urgencias y menos en cuidados intensivos. Se han registrado pérdidas porque también el puñado de bancos canadienses compraron los llamados títulos tóxicos de la deuda hipotecaria USA. Pero el salvamento de instituciones financieras no ha sido necesario en Canada. El sistema financiero del país ha seguido operando normalmente, no obstante los vínculos casi simbióticos que existen entre la economía canadiense y la de EU.

Las explicaciones son varias y sencillas, pero la principal se resume en las palabras inspección y vigilancia. El gobierno de Canadá mantuvo sobre sus bancos la vigilancia que en cambio se echó por la borda en EU. Durante la burbuja inmobiliaria también subieron los precios de las propiedades en Canadá, pero sin que los bancos hayan otorgado préstamos a deudores que no tenían capacidad de pago. Por esa razón, ni los bancos están en capilla, ni se presenta en las diez provincias canadienses la situación tan publicitada de la Florida, Californa y Nevada, donde se iniciaron y se levantaron múltiples proyectos inmobiliarios que hoy son testimonios a la desolación pues han sido abandonado por los compradores. No hay en Canadá conjuntos de vivienda donde sus dueños hayan salido de sus vivienda dejando alimentos en el refrigerador, como ocurrió en tantos casos en EU.

El ex primer ministro Jean Chretien reclamó recientemente para su gobierno el crédito de no haber cedido en los últimos años a las presiones para que se les permitiera a los bancos canadienses operar como los bancos americanos, es decir, con menos limitaciones gubernamentales. Su intransigencia, anotó Chretien, contribuyó a ahorrarle al Canadá los traumatismos que hoy padecen otros países. En este sentido, Canadá obró según su tradición histórica. En la Gran Depresión de los años 20 y 30 ningún banco quebró en Canadá ni se vivió la tragedia de miles de cuentacorrentistas agolpados frente a las puertas de los bancos.

Son unos diez mil los bancos que operan en los EU, la mayoría estatales, unos pocos nacionales.

En Canadá los bancos se cuentan en los dedos de la mano. Se les conoce como los cinco grandes:

 

·         Royal Bank of Canada

·          Bank of Nova Scotia (Scotia Bank)

·         Toronto-Dominion Bank (TD Canada Trust)

·          Bank of Montreal y

·         Canadian Imperial Bank of Commerce (CIBC).

 

Hay algunos bancos menos grandes como National Bank, Laurentian Bank y Canadian Western Bank, los cuales no operan en todo el país. En Québec existe el poderoso grupo Desjardins, una caja popular que hoy es un coloso financiero, pero fundamentalmente cualquier persona puede memorizar los nombres de todas las instituciones financieras importantes del país.

En su informe semestral de diciembre de 2008, el Bank of Canada hizo estas observaciones, que en la actualidad serían motivo de envidia en otros países:

 

·         Los excesos que se han visto en los mercados de la vivienda y de las hipotecas en los Estados Unidos y en varios países europeos no tienen contrapartida en Canadá.

·         En general, las instituciones financieras canadienses han estado al amparo de los peores problemas, debido a su menor apalancamiento, a su menor exposición a productos garantizados con activos (asset-backed products), y a sus prácticas de crédito más conservadoras.

·         En el Canadá, los niveles de capitalización de los principales bancos se han mantenido estables durante la crisis y exceden los mínimos exigidos.

·         Los bancos canadienses operan según prácticas comerciales más tradicionales, en que una mayor proporción de los créditos aprobados por los bancos permanecen en los balances de las instituciones que los originan, reduciendo así la necesidad de acudir a la re-intermediación de los créditos a lo largo y ancho del sistema financiero.

·         Las pérdidas y las provisiones registradas por los bancos canadienses debido a los traumatismos sufridos por los mercados crediticios han sido menores, en comparación con las registradas por importantes bancos de los Estados Unidos y de Europa.

 

* Abogado de la Universidad de los Andes. Escritor. Desde hace seis años ha investigado el caso del Banco Andino, en el que el Estado colombiano formuló acusaciones sin fundamento contra banqueros colombianos y ecuatorianos por delitos que no cometieron. Sobre el particular ha publicado dos libros: Los farsantes, Banco Andino: El fraude que nunca existió (Hombre Nuevo Editores, 2003) y El Montaje, Diez años de una persecución (Hombre Nuevo Editores, 2008).

 

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