Aunque la Real Academia Española es muy precisa al definir ‘ecosistema’ como “la comunidad de los seres vivos cuyos procesos vitales se relacionan entre sí y se desarrollan en función de los factores físicos de un mismo ambiente”, los fabricantes de teléfonos celulares han tergiversado su definición a un punto meramente mercantilista con sus ‘ecosistemas móviles’.
Cuando uno piensa en ecosistema, evoca la imagen de una selva tropical, un paisaje Andino, o la puesta del sol. También tiene el concepto de que –como se trata de especies y hábitat- está relacionado con algo orgánico y natural. Hasta saludable y económico.
Sin embargo, para los fabricantes de celulares, es todo lo contrario, ya que un ‘ecosistema móvil’ es un modelo de negocios mediante el cual los dispositivos móviles conviven con una serie de aplicaciones, servicios, accesorios y software interdependientes entre sí. Así las cosas, un ecosistema móvil opera como centro de gravedad para diversos proveedores, desarrolladores, operadores y socios de negocios que completan el entorno. También están otros ‘seres vivos’: diseñadores de apps, tiendas en línea, integradores, sistemas de pago y proveedores de contenidos, que producen las suficientes golosinas para hacer atractivo un producto que llega a millones de usuarios finales a través de smartphones y tabletas que vienen disfrazados con interfaces táctiles muy atractivas e irresistibles.
Hasta hace pocos años, era muy fácil elegir un teléfono móvil. Los celulares se utilizaban para resolver necesidades básicas como hablar, escribir mensajes y correo electrónico. Todo cambió en 2007 con la llegada del iPhone, que marcó el inicio de los ecosistemas móviles, plataformas integradas que constan de smartphones conectados a redes de alta velocidad que proveen acceso a diversos contenidos optimizados para dispositivos móviles que a su vez son aprovechados por aplicaciones de terceros que impulsan el comercio móvil. ¡Vaya ecosistema!
A partir del lanzamiento de Apple, otros fabricantes como Google, BlackBerry, Microsoft y Nokia siguieron sus pasos y lanzaron sus propios ecosistemas móviles.
A siete años de haber sido presentado el iPhone original, los ecosistemas móviles ya son maduros. Esto significa que son lo suficientemente potentes, complejos y robustos como para sostenerse en su ambiente natural. Un ejemplo de ello es el servicio iCloud de Apple, que permite a los usuarios guardar en la nube todos sus libros, videos, fotos, música, contactos, calendarios, email, recordatorios y contenidos que se sincronizan de forma inalámbrica desde cualquier dispositivo de la marca. Así las cosas, cuando uno crea una cita de calendario en un Mac Book, esa misma cita queda actualizada inmediatamente en todos los dispositivos Apple vinculados con la cuenta de iCloud. Y lo hace sin ninguna intervención del usuario.
Para quienes hemos venido experimentando la integración de productos, servicios y plataformas en torno a una marca, los ecosistemas móviles hacen la vida más fácil y simple. Mientras Android hace ingentes esfuerzos por construir un ecosistema sólido con sus consumidores, hasta ahora ninguna marca ha sido capaz de igualar la experiencia que brinda Apple con su ecosistema. Sin embargo, suscribirse de forma completa a un ecosistema móvil puede resultar demasiado costoso. Y salirse de un ecosistema para pasarse a otro, aún más.
Esto sucede porque un ecosistema móvil no es otra cosa que un sistema cerrado de partes interconectadas incompatibles con las demás marcas que crea una dependencia con el usuario para que solo consuma esa misma marca y solo le pueda comprar a unos cuantos proveedores.
Basta con examinar la experiencia de muchos usuarios que han migrado de una plataforma a otra, para encontrar que algunas de las aplicaciones de uso más frecuente no están disponibles en las tiendas de su nuevo ecosistema móvil, lo que representa una frustración. Igual sucede con los sistemas de pago; mientras Apple obliga a sus usuarios a utilizar iTunes para sus compras de audio y video, BlackBerry lo hace con su tienda BlackBerry World.
El uso de la palabra ‘ecosistema’ es una brillante estrategia de marketing para impulsar un producto que utiliza como sofisma de distracción al medio ambiente, con el cual la mayoría de habitantes del planeta nos sentimos identificados. ¿Qué mejor argumento de ventas que relacionar una plataforma de hardware con los animales y las plantas?
En unos años, los consumidores esperan que sus teléfonos inteligentes y tabletas tengan un ecosistema tan completo como económico, cuya convergencia brinde servicios abiertos e interoperables entre todas las plataformas. Pero por ahora, debemos conformarnos con un puñado de plataformas móviles incompatibles entre sí.
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