Desde que algunos súper héroes del cine y la televisión como Dick Tracy y James Bond utilizaron relojes inteligentes, todo geek ha soñado con tener un dispositivo como estos.

 

Aunque desde 1980 algunos fabricantes japoneses -encabezados por Casio, Seiko y Citizen- dieron los primeros pasos, solo hasta este año los relojes inteligentes comenzaron a tener relevancia gracias a que Samsung presentó un nuevo modelo y Sony anunció una actualización de su reloj smartwatch, situación que alborotó el mercado.

 

Se trata del Samsung Galaxy Gear y el Sony Smartwatch 2. El primero de ellos es una joya de la ingeniería que prácticamente estableció una nueva categoría de producto con un convincente reloj que espera convertir en éxito comercial. A un precio de 299 dólares, este dispositivo de pulsera está dotado de una correa en polímero y una caja en acero grueso y tornillos expuestos con una pantalla de 1,6 pulgadas, resistente al agua. Trae una cámara de 1,9 megapíxeles que toma fotos cuadradas, y para conectarse a Internet y hacer llamadas, utiliza una conexión Bluetooth compatible únicamente con los Galaxy Note 3 y 10.1 edición 2014 (se espera que la compatibilidad con los smartphones Galaxy S3 y S4 esté disponible para descarga antes de Diciembre).

 

Sony, por su parte, tiene listo el Smartwatch 2, la segunda versión de su reloj basado en Android con pantalla táctil de 1,6 pulgadas que viene con una carcasa de aluminio y plástico y puede comunicarse con cualquier smartphone dotado con conectividad NFC. Sony dice que se trata del reloj con mayor disponibilidad de apps en el mercado.

 

Sin embargo, estos no son los únicos fabricantes de tecnología de consumo interesados; de hecho Google y Apple están al acecho y han desarrollado tecnologías o comprado empresas y patentes para ir tras un mercado que -según una investigación de Generator Research– venderá 214 millones de unidades en 2018 por un valor de 62,2 millones de dólares.

 

Dice la firma analista que para 2014 se venderán cerca de 8,9 millones de unidades de smartwatches en todo el mundo, cifra que está muy lejos del nivel de masificación requerido para que sea una industria rentable. Aún así, existen a la fecha más de 26 proyectos de desarrollo de relojes inteligentes y más de 20 marcas disponibles en vitrina para todos los gustos y con precios que inician en 129 dólares. Es como si de repente todos los fabricantes se hubieran puesto de acuerdo para fijarse en la muñeca.

 

La mayoría coincide en afirmar que ya que el teléfono inteligente se ha masificado, el turno le corresponde al reloj inteligente. Eso está por verse, ya que solo hasta este año los smartphones superarán en envíos a los teléfonos básicos, según DisplaySearch (937 millones de unidades de smartphones versus 889 millones de teléfonos básicos).

 

Las funciones de un reloj inteligente incluyen servir como concentrador de notificaciones, gestionar el calendario y el email, y obviamente, ver la hora. Muchos modelos actuales cuentan con un micrófono que recibe comandos de voz para activar diversas funciones como el marcador telefónico, así como un parlante para que el reloj lea las noticias o le recuerde a su propietario que ‘vas a llegar tarde a la próxima reunión’. También pueden ejecutar apps descargadas de tiendas de aplicaciones, vienen con cámara, soportan ingreso de texto, reproducen música y videos, y navegan por Internet, entre otras funciones. Es decir, nada diferente a lo que hace un smartphone.

 

Aunque los relojes presentados este año hacen parte de la segunda generación, la verdad es que tienen algunas limitaciones, empezando por su batería que ofrece como máximo un par de días de funcionamiento. Eso significa que debemos recargarlo todos los días si queremos que esté sincronizado con los mismos datos del celular; algo bastante incómodo para quienes estamos acostumbrados a cambiar la batería del reloj cada año.

 

Además, la gran mayoría de modelos actuales requiere conectarse a un teléfono inteligente para hacer llamadas. Esto significa que si uno quiere ‘hablar’ desde el reloj, debe primero sincronizarlo con el teléfono, y obviamente, andar con ambos a todas partes (algo obvio, tratándose de un accesorio que hace parte del nuevo segmento de ‘tecnología para vestir’).

 

Una restricción es el tamaño de la pantalla. Debido a que se lleva en la muñeca, es impráctico producir un dispositivo con pantalla mayor a 2 pulgadas. Si algunas veces uno se ve a gatas tratando activar determinada función en un smartphone de 5 pulgadas, no me imagino recorriendo menús, buscando un número telefónico o introduciendo datos en una pantalla más reducida.

 

Para 2014 se prevé que otros actores de la talla de Apple, Google, Microsoft, Motorola y LG le impriman mayores capacidades a esta ‘segunda pantalla’ para hacerla más autónoma y menos costosa para el mercado masivo ya que los precios actuales promedian los 200 dólares.

 

Si lo vemos como un dispositivo complementario al teléfono inteligente, un smartwatch tiene sentido; de otra forma, vale la pena esperar hasta mediados de 2014, cuando estará disponible una mayor variedad de marcas y modelos que pueden mejorar la experiencia para que los usuarios le encuentren valor y utilidad más allá de un gadget de moda.