Con más de 150 locaciones proyectadas a 2030, IWG quiere reconvertir oficinas vacías en espacios productivos, flexibles y rentables en Cali, Bucaramanga y Cartagena.

ALVARO ROCAFORT, COUNTRY MANAGER COLOMBIA, IWG (FOTO IWG).

La batalla por el espacio ya no se libra en los centros comerciales ni en los parques industriales: ahora es en los pisos altos de las ciudades, en oficinas que antes parecían intocables y que hoy se transforman en coworkings con café de especialidad y contratos mes a mes. Bogotá, Medellín, Barranquilla… y ahora Cali.

¿Quién controla el metro cuadrado productivo? ¿Quién gana cuando el trabajo deja de tener sede fija?

En 2021, apenas el 3,5% del inventario total de oficinas en ciudades como Bogotá, Medellín y Barranquilla correspondía a espacios de trabajo flexibles. Un dato que muchas veces se pasó por alto.

Sin embargo, esa cifra —que hoy ronda el 4,5%— esconde una verdad menos evidente: estamos frente a un cambio estructural en cómo y dónde trabajamos.

Es un 4,5% que puede sonar modesto, pero implica un crecimiento de más del 28% en la participación de este tipo de espacios en solo tres años.

Y si se mira más de cerca, el crecimiento de la industria ha sido de 350% en términos de superficie arrendada desde 2020.

FLEXIBILIDAD Y UBICACIÓN

¿Qué está pasando? Las oficinas tradicionales, con contratos rígidos y pasillos silenciosos, ya no son el sueño de las empresas. Ahora buscan flexibilidad, ubicaciones estratégicas y espacios que se adapten al trabajo híbrido.

Mientras las torres de siempre siguen buscando inquilinos, los coworkings operan al 90% de ocupación en zonas claves tales como el norte de Bogotá y El Poblado en Medellín.

Tras bambalinas, hay una empresa que está apostando fuerte: IWG. Si no te suena el nombre, piensa en marcas como Regus, HQ, Spaces y Signature. ¿Ahora sí?

Ellos no están improvisando: planean abrir 150 nuevas locaciones en Colombia antes de 2030, con presencia en ciudades donde antes nadie pensaba en coworking: Cali, Bucaramanga, Cartagena e incluso Pereira.

¿Cuánto costará esta movida? Más de $120 millones de dólares en adecuación e infraestructura. En números sólidos: unos $700 a $900 dólares por m2, dependiendo del tipo de espacio.

INMUEBLES RENTABLES

Ojo que no se trata solo de inversiones propias. De hecho, IWG opera bajo un modelo de alianzas con propietarios de inmuebles: usted pone el espacio, ellos lo convierten en una máquina de rentabilidad mes a mes.

¿El beneficio? Según Álvaro Rocafort, country manager Colombia de IWG, rentas superiores al mercado tradicional, diversificación de ingresos y valorización del activo.

Dice Rocafort que este modelo no solo crece en metros cuadrados, también en diversidad: desde multinacionales tecnológicas hasta emprendedores locales, todos buscan estos espacios.

En teoría, hay espacio para todos. Pero en la práctica, el coworking no es una plaza pública, es más bien un club con reglas implícitas.

¿A QUIEN VA DIRIGIDO?

Quedan por fuera —casi siempre— los que necesitan bodegas, quirófanos o aulas de clase. Es decir, sectores con mucha gente entrando y saliendo, tales como clínicas o universidades, que no encajan en la lógica del metro cuadrado flexible.

Tampoco los que necesitan levantar muros, colgar rieles o instalar grúas. Mientras tanto, los neobancos, los abogados tech, los creativos freelance y hasta los emprendedores de garaje siguen llenando escritorios a una velocidad que deja poco margen a los que no caben en ese molde.

Para los que caben en esa bolsa, Rocafort asegura que si el cliente necesita un escritorio en Chapinero o una sala de juntas en El Poblado, la respuesta puede llegar en 24 horas.

Si lo que busca es un centro completo, hecho a la medida, con su logo en la entrada y café recién molido en la cocina, “el plazo rara vez supera los 90 días”, dicen el ejecutivo.

CALI, EN LA MIRA

Cali es el próximo tablero de juego. Allí, IWG ya está buscando más locaciones. ¿Por qué? Según ellos, porque la capital vallecaucana ofrece lo que este modelo necesita: talento joven, empresas en ascenso, transformación laboral.

Surge en el fondo una pregunta: ¿por qué seguir construyendo oficinas que nadie quiere ocupar cuando se puede reconvertir lo que ya existe?

Lo cierto es que el coworking ya no es una alternativa. Es —cada vez más— un estándar de facto. Mientras el inventario corporativo se reinventa para no quedarse vacío, los espacios flexibles crecen en silencio.

ESPACIOS PARA EXPERIENCIAS

Transformar un espacio vacío en un centro de coworking no es solo cuestión de poner escritorios y buen Wi-Fi. Es una operación súper táctica muy ligada al tipo de experiencia que se quiera ofrecer.

HQ —por ejemplo— va al grano: funcionalidad sin adornos, eficiencia pura. Regus le suma formalidad y flexibilidad para equipos más estructurados, con un poco más de elegancia. Y Spaces, busca convertir el diseño en una herramienta de productividad.

Todo entra en la factura: muebles, redes, acabados, café, luz natural y hasta olor a nuevo. Y detrás de cada cifra, Álvaro Rocafort envía un mensaje: “asegurar una experiencia consistente, eficiente y alineada con las expectativas de nuestros clientes en todos los mercados donde operamos”.

El propietario que tenga metros vacíos y busque inquilinos tradicionales, posiblemente va tarde. El coworking dejó de ser una tendencia y se volvió infraestructura necesaria. Las empresas ya no buscan edificios sino soluciones.

Entonces, lo que parecía un dato menor —un tímido 4,5% del inventario— se convierte en algo más grande: la señal de que el trabajo, como lo conocíamos, cambió de casa. Y de reglas.

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