Durante el 2011 me encontraba trabajando en Centro África. Un lugar complicado por la inestabilidad política, el clima, la extrema pobreza de la población y las múltiples enfermedades. Fácil no era, pero también aprendí muchas cosas. Una de ellas fue a saber valorar mucho más lo que tienes. Otra, a apreciar la amistad con algún médico, por lo que pueda pasar. Otra más, a comprender en mayor medida el lenguaje no verbal.
Circulábamos en coches todoterreno fundamentalmente. Y la mayoría de las veces te encontrabas controles militares donde existían barreras cruzadas, principalmente con maderos apoyados en un barril. (Debo de puntualizar, que nada tenían que ver con la calidad y el prestigio del ejercito de Colombia, mucho mas serio y preparado).
Y cuando llegabas al control militar, si yo conducía, siempre paraba (como era lo normal). En ese momento el militar de turno, generalmente un niño de entre 15 y 18 años se dirigía a mi, con una Kaláshnikov más grande que él, y me pedía dinero para pasar.
Pasado un mes, ya me di cuenta, que era mucho más rentable llevar unas cuantas cervezas debajo del asiento y pasarle al niño dos o tres latas para él y sus compañeros. Aunque no siempre había suerte y en ocasiones debía de pagar.
Sin embargo, en otras ocasiones, iba acompañándome una persona del país, y pasaba algo curioso. Cuando llegábamos a estos controles militares, en la mayoría de las veces, el conductor evitaba el control por el carril contrario y seguía adelante sin más. A mi se me ponía cara de tonto. ¿Por qué paraba yo?, ¿o es que acaso tenía ganas de pagar?
Ya, sin poder reprimir mi curiosidad, le pregunte una vez al conductor por qué no paraba en el control y otras veces si, sin que el militar le dijese nada. La respuesta era en la forma de andar y de mirar del militar de turno. Andar con cierto desdén, o con una mirada no fija, implicaba que podías pasar. Caminar un poco más deprisa significaba que debías parar.
Aún así, descubrir las intenciones del niño con la Kaláshnikov mediante esos “matices” (lenguaje no verbal) no era fácil. Pasado un año, era más sencillo. Comprender el lenguaje no verbal te puede salvar el empleo (en Colombia), o la vida (en África).
Comentarios