Siempre que ocurren eventos inesperados, masivos y graves, como por ejemplo una guerra (qué mejor ejemplo), se oyen comentarios como los siguientes: “Mija, no le pelee a su mamá, qué tal, el mundo en guerra y usted peleando por quién ensució el lavamanos de crema de dientes”. O sea, sí y no. También pongámosle que hoy la gente va a un concierto en La Calera de un DJ inglés vanguardista cuyo círculo cerrado comprende unas 60 personas. Probablemente alguien pensará: “El colmo, el mundo en guerra y estos pensando en rumbear”. Repito: sí y no.
Siempre la sociedad le da importancia a las cosas de uno en proporción a las teóricamente peores que le ocurren a los demás. Lo del párrafo anterior es un ejemplo, así como cuando una niña de 7 años llora porque se le perdió su peluche favorito (para ella es una tragedia), cuando dos hermanos pelean porque uno le robó la tocineta de la hamburguesa o cuando alguien llora horrible porque se le manchó el vestido que con tanto esmero compró para la boda de su mejor amigo. “¿Cómo lloran por eso, habiendo tanta gente pasando hambre en Etiopía?”. Es complicado, imagino que habrá eventos con implicaciones mayores de tipo socioeconómico, no sé, pero el sufrimiento subjetivo no puede ser ni comparado ni puesto en tela de juicio.
Es más, si vamos a usar una excusa para el “No hacer” también es válida para el “Sí hacer”. Es decir, es igual de inocuo pensar: “el mundo está en guerra, entonces qué hijuemadre, rumbeemos” o “el mundo está en guerra, no quiero ni salir a la esquina” ¿Todo es inocuo? Sí, tal vez sí. Yo creo que en verdad todo es demasiado irrelevante,
Y solo interrogo porque nunca tendré la verdad absoluta de nada. Escribir y pensar es tan solo especular: ¿Tiene más validez una tan erróneamente llamada “hija de papi y mami” llorando porque peleó con una amiga o una niña con menos privilegios a la que le robaron su bolsa de dulces, material que iba a usar para vender en un semáforo, aun sabiendo la niña que luego lo recuperará y que en verdad no se va a morir por eso? Como digo, no sé nada y probablemente nunca sepa nada, qué delicia la ingenuidad y la ignorancia.
Lo que sí es seguro es que cada quien vino a ser feliz, y también vino a sufrir, a su propia, subjetiva e indiferenciada manera. De hecho, puedo ser feliz manipulando la realidad. Lo más maravilloso de la realidad es que permite ser modificada, para eso están los libros, los cuadros, la música. Haya o no haya guerra, haya o no haya hambre, ahí están estos soldados literarios, proporcionando interrogantes y soplando para que la llama no se apague.
P.d. Luego les comento mis últimos libros y películas saboreadas. La delicia. Dejemos ese sazón para después. |
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