A lo largo de este año he tenido la oportunidad de leer cuidadosamente la «Recomendación sobre la Ética de la Inteligencia Artificial – IA» de la UNESCO, aprobada en París como primer marco ético. Realmente es un gran trabajo que permite detallar su importancia y establece los valores, principios comunes y definiciones que permitirán darle un marco jurídico a esta normativa, garantizando un desarrollo “sostenible” de la misma. A continuación, me permito hacer un pequeño resumen reflexivo y al final comparto el documento original para que lo lean y saquen sus propias conclusiones.
La recomendación realizada por la UNESCO, busca fortalecer las ventajas de la IA como aporte a la sociedad y limitar los riesgos que conlleva por sí misma. Aunque no lo creamos, la IA lleva años entre nosotros, transformando nuestras sociedades y desafiando día a día lo que significa el ser humano. Para comenzar, podemos desglosar la definición de IA de la UNESCO desde una mirada coloquial.
La Inteligencia Artificial es una tecnología de procesamiento de información que integra modelos y algoritmos capaces de ejecutar tareas de aprendizaje y razonamiento automático dignas de los seres vivos y en algunos casos limitado solo a los seres humanos. Entre algunas características inmersas se encuentran: la predicción, el grado de autonomía, la representación de conocimiento, la capacidad de efectuar tareas cognitivas y sin lugar a dudas, la virtud de aprender, esa competencia magnífica que nos ha permitido evolucionar como especie.
Es de resaltar en el documento la aceptación de los riesgos de la IA a futuro, entre los cuales por ejemplo se prevé una disputa «Inteligencia artificial vs. humano» por el sentido de la experiencia y la capacidad de actuar que nos son propios como humanos, generando nuevas inquietudes sobre la autocomprensión, la interacción social, cultural, ambiental, la autonomía, la capacidad de actuar, el valor y la dignidad. Uno de los puntos que traerá, seguramente más debates, será el de la posible utilización en sistemas ciber físicos como la interfaz entre humano y máquina, tal y como lo predijo Harari en su libro “Homo Deus”, donde se vislumbra cada vez más a ese ser aumentado con cualidades excepcionales.
Aunque la fusión no riñe con la ética según el documento, jurídicamente sí aclara que un sistema de IA nunca podrá reemplazar la responsabilidad final del ser como individuo y de su obligación a rendir cuentas.
«Impulsar el logro de la igualdad de género a través de las tecnologías que nos ofrece la IA son un deber, los prejuicios de género en nuestras sociedades no deben venir asociados a la IA. Siri, Alexa o Cortana, femeninas por defecto, son un claro ejemplo de esta sumisión, espero fervientemente que el próximo asistente virtual se llame «Leo»
La reflexión sobre la educación es muy interesante. Las sociedades en proceso de digitalización requieren de nuevas prácticas educativas basadas en IA que contemplen la reflexión ética, la innovación a partir del pensamiento crítico proveniente de los límites de la ortodoxia y la función de la IA de servir a la humanidad, a las personas, a las sociedades, al medio ambiente y a los ecosistemas, siempre desde la fiabilidad y la integridad del ciclo de vida de los sistemas de IA.
La Cuarta Revolución del Big Data
Es claro que la inteligencia artificial debe apoyar el proceso de aprendizaje sin reducir las capacidades cognitivas y nos hace responsables a los científicos y académicos a generar programas de difusión social y sensibilización sobre sus avances en la sociedad. Por último, en investigación, se hace un énfasis especial en la ética de la propia investigación, la ética de las concepciones, de los productos y de las publicaciones, ya que actualmente el 70 % de la investigación básica y aplicada utiliza herramientas de IA para el tratamiento de datos y la interacción con hardware específicos muy alineados a las herramientas tecnológicas de la Cuarta Revolución Industrial como el IoT, Big Data, Realidad Virtual, etc.
El medio ambiente y la sociedad son un punto álgido en el documento, con elementos clave como la necesidad de la aplicación de IA para la consecución de ecosistemas y medio ambientes prósperos, pero también, muy claro, en hacer énfasis en la necesidad de un ciclo vida de IA acercado a un desarrollo tecnológico basado en economía circular. Lo anterior, reduciría su impacto en el medio ambiente, su huella de carbono minimizaría el cambio climático, por ejemplo, el producido por la extracción de datos, que actualmente es el 10 % del consumo energético mundial.
Por el lado social, la IA y sus actores tienen el deber de propiciar sociedades pacíficas y justas, sobre la base de un futuro que interconecta personas para beneficiarlas, respetando las libertades fundamentales y los derechos humanos, contribuyendo a una interconexión global de todas las criaturas vivas entre sí y con su entorno. La participación de comunidades locales e indígenas en los sistemas expertos de aprendizaje para soluciones aplicadas a las regiones y desde todo el ciclo de vida de las IA, son un ítem importante en esta recomendación.
Nuevos asistentes virtuales
Por último, y no menos relevante, impulsar el logro de la igualdad de género a través de las tecnologías que nos ofrece la IA son un deber, los prejuicios de género en nuestras sociedades no deben venir asociados a la IA. Siri, Alexa o Cortana, femeninas por defecto, son un claro ejemplo de esta sumisión, espero fervientemente que el próximo asistente virtual se llame «Leo».
La era de la IA ha comenzado y el primer instrumento normativo mundial está escrito. Es necesario que este documento nos guíe a utilizar la ilustrada inteligencia artificial como una ventaja evolutiva por el bien de nuestra especie, y no, que se convierta en una frase premonitoria como la del gran Isaac Asimov: «La inteligencia es un accidente de la evolución, y no necesariamente una ventaja». Ahora, la humanidad, tiene más que simples tres leyes que rigen a la Inteligencia Artificial.
Gerente de Investigación y Transferencia
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