La Tierra guarda un balance minucioso que permite al ser humano habitar este planeta. Sin embargo, el aprovechamiento de los recursos por parte del ser humano plantea nuevos retos para alcanzar esa armonía. Y es que no es lo mismo, por ejemplo, cosechar alimentos para 1.000 millones de personas que para los cerca de 7.000 millones de habitantes que hoy habitan el mundo.
Uno de los procesos clave para alcanzar esa meta es la polinización, que es el paso del polen desde el aparato masculino de las plantas a su aparato femenino. En él participan abejas, avispas, hormigas, mariposas, polillas, escarabajos, murciélagos, colibríes, ardillas, entre otros, así como también el viento y el agua.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) entre 235 mil millones y 577 mil millones de dólares de la producción mundial de alimentos depende de la contribución directa de los polinizadores. Es más, juegan un papel determinante en la biodiversidad ya que casi el 90% de todas las plantas que florecen dependen, en cierta medida, de la polinización realizada por animales.
Semanas atrás, las noticias que daban cuenta de una reducción en la población de abejas melíferas –el más importante de los polinizadores– llegaron a los medios de comunicación. La información no deja de ser relevante, pero vale la pena aclarar que no es nueva.
En 1690, por mencionar un ejemplo, el médico italiano escribió con preocupación sobre una inusual mortalidad de abejas atribuida a “fuertes lluvias…hasta finales de junio… seguidas de un período de sequía de casi dos meses…”. Una situación que finalmente fue superada y que prueba cómo ese balance de la Tierra está en juego a cada instante.
Y es que vale la pena aclarar que existe un amplio abanico de factores que atentan contra la vida de las abejas. Plagas y enfermedades, el cambio climático, disminución en el hábitat, falta de diversidad genética y malas prácticas agrícolas y apícolas, son responsables de las disminuciones de estos importantes polinizadores.
Comunicación en doble vía
Justamente en este último factor existe un amplio campo de acción -mediante las capacitaciones y divulgaciones-, que permite no solo reducir los efectos nocivos sobre la mortandad de abejas, sino que además optimiza la productividad y calidad en las cosechas gracias a un trabajo conjunto entre la agricultura y la apicultura.
En ese sentido, desde la Cámara de Procultivos de la ANDI hemos puesto en marcha jornadas de capacitación en la que se reúnen tanto a agricultores como a apicultores para que entren en sintonía, compartan sus conocimientos e implementen las mejores prácticas para proteger a las abejas y favorecer a los cultivos.
En el 2016, cerca de 80 personas, entre apicultores, agricultores y funcionarios de entidades públicas se beneficiaron de estas jornadas de capacitación. En lo corrido del 2017, el impacto positivo ha llegado a casi 300 personas en los departamentos de Cundinamarca, Quindío, Valle del Cauca, Bolívar, Risaralda y Cauca, y se tiene presupuestado llegar a comunidades en Sucre, Caldas y Huila.
Durante estas sesiones se explica, a cada una de las partes, que prácticas deben seguir. A los agricultores, por ejemplo, se les recomienda informarse si en su región hay colmenas o apiarios, mantener cercas vivas en el borde de los cultivos siempre que sea posible, disponer de fuentes de agua potable para que beban las abejas, así como sembrar cultivos con flores que puedan servir de alimento para estos polinizadores, entre otros lineamientos.
A los apicultores, por su parte, se les indica que conozcan los cultivos que se siembran en su región, proteger a las colmenas cuando hay aplicación de fitosanitarios y/o plaguicidas, monitorear el estado sanitario y nutricional de las colmenas y seleccionar las abejas reinas que provean mayor diversidad genética.
“Las abejas son elementos maravillosos que tiene la naturaleza y que bien vale la pena cuidarlos y estimularlos, para que nos sigan ayudando en las labores de la agricultura y todas aquellas que tiene que ver con el campo”, afirma Reinel Ponce Arias, quien cultiva ñame, plátano y maíz y quien asistió a las jornadas de capacitación que adelanta Procultivos.
En suma, la puesta en marcha de buenas prácticas agrícolas y apícolas es un deber para promover el balance justo que nos permite vivir en este planeta mientras aprovechamos sus recursos. Sin duda alguna, la comunicación entre agricultores y apicultores es la piedra angular para que las abejas nos sigan ayudando a proveer alimentos para los habitantes de la Tierra.
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