Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Colombia no es el único país con graves problemas de corrupción, alguien dirá que en sociedades más desarrolladas también existe corrupción, particularmente en la administración pública. Posiblemente sea cierto, pero cuando la corrupción se combina con el innegable nivel de desigualdad y de pobreza, la falta de oportunidades para una gran cantidad de ciudadanos honrados, formados y capaces, entonces el saqueo de los recursos públicos se hace evidente, se vuelve francamente inaceptable y se convierte en vergüenza para una clase política que se jacta de perseguir el ideal de equidad y que a voz en cuello expresa que ama su trabajo y su país pero que no duda en venderlos a la primera oportunidad.

La búsqueda implacable de renta, la cual se extiende más allá de los límites de lo ético y legal  se transforma rápidamente en pillaje, se ha vuelto el objetivo de muchos funcionarios-directivos y aspirantes a cargos públicos. Más aún, la corrupción se convirtió en un (anti) modelo ineludible de negocio, en una industria millonaria enquistada en la sociedad moderna. La corrupción salpica frecuentemente a funcionarios de todos los niveles: ministros, viceministros, senadores, representantes, magistrados, gobernadores, diputados, alcaldes, concejales, secretarios y directivos altos y medios de empresas estatales.

Las recientes noticias sobre los presuntos malos manejos en UNE-telecomunicaciones, el aparente robo en la Fábrica de Licores de Antioquia-FLA, los extraños prestamistas del IDEA o el carrusel de las pensiones de los magistrados – por mencionar unos poco casos- solo acentúan ante la opinión pública la idea de que el objetivo de los funcionarios (sean elegidos popularmente o por nombramiento) antes que servir a la sociedad, es beneficiarse lo máximo posible desatendiendo las restricciones éticas y legales. A la pérdida del valiosos recursos, hay que sumarle el deterioro de los valores que se traduce en un lánguido “¿para que pagar impuestos?“.

A la mayoría de la gente le gustaría que sus gobernantes fueran plenamente honrados – o simplemente honrados- y que a quienes nombran en altos cargos de dirección de empresas estatales (patrimonio de todos) fueran un ejemplo a seguir; que con esos nombramientos se transmitieran la idea de que casi cualquiera con esfuerzo, trabajo y aptitudes puede llegar hasta allá.

Pero sucede lo contrario, los hechos de corrupción en los funcionarios-directivos acentúan el estereotipo del burócrata avieso que se encienden a las 9 y se apagan a las 5, que viatican sin compasión, que se retiran asegurándose jugosas bonificaciones y beneficios (y muy pocas veces merecidas demandas) y que utilizan la puerta giratoria del amiguismo para saltar de una administración a otra y de un cargo a otro.

@jhbarrientos

Compartir post