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Uno esperaría que un grupo de estudiantes que se hace llamar Movimiento Estudiantil estuviera realmente estructurado, tuviera algo de coherencia y sentido social, de lo público, y algo de madurez política, y ya que está conformado por estudiantes universitarios a uno le gustaría que tuvieran un plan más académico, y menos ideológico, para adelantar acciones, sino reacciones, cívicas y proclives al cambio. Pero lo que uno encuentra es todo lo opuesto, es un grupúsculo lleno de intereses, con líderes fanfarrones, déspotas y maquiavélicos, arrogantes e imperitos a ultranza en los temas más esenciales.

Pero si la poca coherencia de estos líderes me sorprende, no es menos sorprendente el silencio de los profesores universitarios -quienes avalamos con esa indiferencia los actos indignante de un movimiento reaccionario y anacrónico- y más indignante aún es el silencio de las directivas de las universidades públicas, que en una actitud francamente pusilánime les han entregado a unos pocos estudiantes la gobernabilidad de las instituciones. Su silencio, muy parecido a la incapacidad, sumerge a los profesores y estudiantes en una incertidumbre que desmoraliza y desalienta el entusiasmo y la ilusión de reiniciar actividades.

El retiro del proyecto de reforma a la Ley 30 no ha resuelto nada, solo trasladó el problema de la protesta callejera a los claustros y en consecuencia – para el momento cuando escribo esta columna- los estudiantes de 9 universidades públicas siguen en un cese de actividades injustificado. La única excusa, ilegitima por cierto, es que la MANE vendió el movimiento estudiantil;  y mientras los líderes de la MANE se regodean en su arrogancia y son ensalzados en los medios – capitalizando de paso los actos de unos idiotas útiles- dejan al resto de estudiantes a la deriva, en manos de sus radicales asambleas estudiantiles, las cuales son manejadas por unos poco profesionales en la protesta, la propaganda y la retórica.

Los estudiantes, incluso aquellos que participaron en las marchas, los padres de familia y la comunidad en general no entienden porque no están ya las aulas llenas y activias. En boca de todos está la frase más recurrente desde hace una semana: ya no hay excusa jóvenes! El Gobierno nacional se desentendió de problema, su objetivo al final de cuentas fue solo amainar la protesta y haciendo gala de un pragmatismo que raya en la negligencia, se cree eso de que los problemas viejos no se resuelven y los nuevos se dejan envejecer.

La crisis de la educación pública universitaria no es solo un asunto financiero o presupuestal, o de una reforma a la Ley 30 -que dicho sea de paso debería ser integral e incluir la secundaria-; de la crisis es también culpable un Gobierno con poca voluntad política, unas directivas sin gobernabilidad, el silencio cómplice de los profesores, quienes en su mayoría tienen su salario asegurado trabaje o no, y el poco liderazgo intelectual de aquellos estudiantes que se erigen como redentores de la causa social.

La máxima prueba de que la educación universitaria publica esta en una crisis sin precedentes de gobernabilidad, intelectual, académica y cultural es que muchos profesores universitarios envían a sus hijos a estudiar a la universidad privada, lo cual es una muestra de que dichos profesores no confían ni en la calidad de la enseñanza y mucho menos en los lideres universitarios, sean colegas, profesores, directivos y menos aún estudiantes. Lastimosamente me gustaría tener argumentos para contradecirlos, pero no es así, de modo que no los culpo.

@jhbarrientos

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