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Robert Barro Jr., economista de la Universidad Harvard, en los últimos años ha venido investigando un interesante tema que se podría denominar La Economía de los Desastres. En un documento de trabajo titulado Macroeconomic Crises since 1870, Barro argumenta que desde una perspectiva global desde 1870 los mayores desastres macroeconómicos en términos de severidad de decline de consumo y el Producto Interno Bruto- PIB fue la pandemia de la gripa española, la Segunda Guerra Mundial, seguida de la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión de 1930.


Barro y otros economistas sugieren la existencia de una relación entre catástrofes, como guerras, desastres naturales o pandemias y desastres macroeconómicos. No hay evidencia empírica concluyente sobre dicha relación, salvo la depresión provocada por la pandemia de Gripe española que entre 1918 y 1920 causó cerca de 50 millones de muertos y una profunda crisis económica en 13 países. Los datos de Barro también indican que pandemias como las de 1957-58 y 1960-70 causaron muchas muertes y una caída transitoria de los índices accionarios en algunas regiones, pero jamás como la pandemia provocada por la gripe española o las guerras.

A propósito de la reciente catástrofe en Japón, quizá la más fuerte desde el ataque nuclear sobre Hiroshima,  es claro que los desastres si bien no necesariamente origina depresiones a escala global o nacional  si pueden generar una caída profunda, con tintes de recesión, aunque pasajera dependiendo del país o región. Apelando a algunas teorías en la nueva economía del crecimiento económico y la videncia empírica subyacente, el efecto económico del desastre japonés, aunque doloroso será temporal; claro está sin perder de vista el drama social y los costos del tsunami, incalculables en vidas, y que ya suma a la fecha 780 mil millones de dólares entre daños materiales y perdidas en los mercados bursátiles, representando un costo de oportunidad demasiado elevado.

En economías como la japonesa y en general en las economías desarrolladas los efectos de la pérdida de capital humano y físico suelen ser transitorios  y muy probablemente, aunado a la idiosincrasia del pueblo japonés basada en el orgullo y el carácter, esperamos que el efecto sea  realmente transitorio. El caso de Chile también es digno de mencionar, después del terremoto del año pasado el PIB se resintió, solo para meses después dar una sorpresa y mostrar un crecimiento de 4.1%, el gasto público y la inversión privada fueron el impulso de ese salto.

Lo opuesto ocurre en Haití donde entre el terremoto y el cólera la recuperación la vialidad del país parece lejana, y de darse alguna recuperación tomará décadas.  De hecho Haití es caso de estudio y origen de conferencias como las Sustanaible Haiti Conference del 2011, en Miami. U.S.A., donde se discutirá temas como la reconstrucción, que esperar del nuevo gobierno y la iniciativa para repatriar haitianos del mundo desarrollado, lastimosamente para los haitianos, sólo Aristide y Duvalier, están al tanto de la invitación.

Esperemos que los japoneses salgan de este trago amargo rápidamente, es un pueblo luchador, innovador y cohesionado, las catástrofes nada tienen de bueno, pero en ocasiones sirve para mirar el horizonte más claro, replantarse metas y hacer cambios de fondo. Los desastres crean unidad y  determinación, ingredientes que bien mezclados por la clase dirigente pueden ser el motor para sobrepasar los obstáculos hacia una rápida recuperación.

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