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Hacemos lo que nos gusta y nos sentimos agradados cuando estamos donde nos gusta,  o cuando probamos o usamos lo que nos gusta, o cuando vamos donde nos gusta o cuando estamos con quien nos gusta, o cuando trabajamos con quien nos gusta o en la organización que nos gusta, o cuando nos encontramos en el país o en el sitio que nos gusta.

¿Qué pasa si intentamos un cambio o nos vemos forzados a cambiar alguna de las situaciones que acabo de describir?

Contrario a lo que uno puede pensar, el cambio en cualquier escenario abre las puertas para permitir recibir lo nuevo que se encontraba bloqueado porque no queríamos cambiar o no nos decidíamos a cambiar por temor. Al quitarse el trancón, el universo nos premia con el arribo de nuevas experiencias y en consecuencia con nuevos aprendizajes y crecimientos.

En términos de energía lo que hacemos es generar una señal de vacío y todo vacío tiende a llenarse.

Hay que aprender a soltar, a dejar ir(Las personas, las situaciones, las tareas, las objetos, las cosas, las organizaciones, los gustos, lo malos recuerdos etc.). Hay que tener la valentía de aceptar el reto de cambiar. Hay que vencer los miedos paralizantes.

Todo cambio involucra un riesgo de perder algo de la estabilidad o la comodidad o la tranquilidad o la seguridad o la confianza que tenemos.

Por otro lado el cambio trae nuevas experiencias, nuevos aprendizajes, nuevas personas, nuevos escenarios, nuevas situaciones, nuevas reglas, nuevos sabores, nuevas emociones, nuevas restricciones, nuevos permisos, nuevos retos, nuevas incomodidades o nuevas sensaciones y nuevas facilidades o ventajas.

Digamos que en todo cambio se pierde y se gana, pero de eso se trata. Un amigo decía que en la vida hay tres cosas seguras: La muerte, el cambio y los impuestos.

¿Si sabemos que todo cambia o puede cambiar, por qué nos negamos a aceptar esa   realidad?… ¿Por miedo?, ¿Por comodidad?

Muchísimas veces el cambio nos va a convenir porque nos trae un refresco con lo nuevo y porque destraba lo bloqueos y nos lleva forzosamente a avanzar al dejar que la energía fluya libremente.

Hay gente que está mal y sufre mucho donde está o con quien está o como está y lo único que tiene que hacer es cambiar para que de inmediato y casi por arte de magia,  su situación evolucione a estar bien y a dejar de sufrir. Es algo así como estar afuera pero al frente de nuestra casa, poco abrigados, cuando está haciendo mucho frio o está nevando y decidir cruzar la puerta para entrar a la casa y encontrar el ambiente agradable por la calefacción o porque adentro hay un clima más llevadero.

A veces el cambio es algo muy sencillo que desde luego está en nuestras manos o en nuestra voluntad y basta con un giro de un segundo y estamos en otra condición diferente.

Voy a dar un ejemplo de esa sencillez instantánea, si hay una luz que te encandelilla o te molestaa los ojos, ciérralos o deja de mirarla o colócate unos anteojos de sol o tapate los ojos con las manos o simplemente mira hacia otro lado. Esto que acabo de describir es una defensa natural respecto a una luz que nos molesta. ¿Por qué no hacemos lo mismo cuando vivimos una situación incómoda? Si en la vida real algo te incomoda, quítale tu atención, cámbiate a otro sitio, muévete, pero no sufras.

La verdad es que el cambio es para disfrutarlo o al menos para degustarlo.

Yo siempre veo los cambios por el lado positivo, así me hayan tocado a la fuerza o por obligación, siempre pienso que si llegó ese cambio sin pedirlo, es porque lo necesitaba para aprender algo nuevo o para vivir una nueva experiencia, eso lo sabe el universo y por eso me lo envía.

En la vida hay que decidirse a  abrir y pasar la puerta del cambio, para dejar de sufrir o estar felizmente estancado y así poder disfrutar del nuevo ambiente y la nueva vida que nos espera.

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