Hacerse invisible o ser bendecido repele lo malo o atrae lo bueno
Una vez en un taxi me conocí un conductor maravillosamente positivo que me contó la historia de su vida, la de su familia y las razones para tener éxito en muchos escenarios, incluso en su oficio.
El taxista había criado y desarrollado su familia compuesta por su esposa y tres hijos, todos ellos exitosos en sus oficios y profesiones y ya estaba haciendo lo propio con sus dos primeras nietas mellizas, que lo habían graduado de abuelo tempranero, desde que había cumplido 45 años y en el momento de la conversación ya tenía 57 años.
El taxista era dueño de 4 vehículos de servicio público, se había ganado dos bonitos autos particulares en dos rifas, uno para su esposa y otro para él, nunca le habían puesto un comparendo o infracción a pesar de salir los días de restricción vehicular con la placa o patente prohibida y así muchas otras historias sorprendentes de su fascinante vida.
Una persona realmente entusiasta, alegre y divertida, con un buen nivel de conocimientos y un verdadero caballero para la atención de sus pasajeros.
Yo le pregunté sorprendido las razones de su éxito y esto fue lo que me contó:
El primer juego que hacía desde el colegio era el de la invisibilidad. Cada vez que lo consideraba necesario, se decía a sí mismo “Soy invisible” y por segundos pasaba inadvertido. El juego comenzó en el colegio donde solía ser invisible al momento de hacer alguna picardía infantil o cuando no había estudiado y el profesor pasaba a los alumnos al tablero. Nunca nadie lo vio. El juego llegó a la madurez y en su trabajo como taxista usa con frecuencia el hacerse invisible cuando tiene que hacer algún giro prohibido en una emergencia o pasar frente a la policía manejando con el auto que tiene restricción vehicular. Como sabe hacerse invisible no duda que jamás le colocarán una infracción o comparendo. A esta cualidad le llamaba el “don de la invisibilidad temporal”.
Su segunda llave para el éxito llamada “el imán del bien” consiste en su seguridad absoluta de atraer lo bueno y repeler lo malo. Él se ve como un imán humano con la propiedad de hacer que las personas buenas se le acerquen y lo apoyen o lo ayuden y las personas malas se alejen de él y no quieran estar ni a 5 metros de distancia. Esta cualidad del “Imán del bien” le ha permitido ganar un número importante de rifas y concursos, sin esfuerzo, reiterativamente. Su imán es tan potente que le ofrecen o le aparecen oportunidades todos los días. Es casi como ser bendecido a diario en todos los escenarios. Necesita un trasporte y se le aparece, requiere un médico y se lo encuentra de frente, necesita dinero y se lo gana, necesita un asiento en primera fila y se lo otorgan…Lo que sea…
Esta última cualidad del imán es tan fuerte que el taxista va por la vida y todo lo que necesita le va ocurriendo, se le abren las puertas al caminar…
La tercera clave de este exitoso personaje se llama “la ley de la ventaja” y consiste en aprovechar toda oportunidad que por corta que sea, de un segundo para arriba, le lleve a salir ganador. Me hizo un ejemplo práctico, a su manera, cuando vio un taco o trancón al que íbamos a llegar si seguíamos derecho por la calle que veníamos, miró para todos lados y dijo, no hay policías y no hay cámaras y dio un giro prohibido a la izquierda para salirse a una vía que estaba perfectamente desocupada y buscar así una alternativa más ágil a nuestro destino, alegando que el tenía un “waze” incorporado en su humanidad y era capaz de llegar en tiempo record a cualquier parte (Casi me desmayo del susto…). Me hizo recordar la “ley de la ventaja” en el ajedrez o en el football donde uno aprovecha los descuidos del adversario para salir avante, igual que se hace en las negociaciones empresariales o negociaciones de todo tipo.
Les dejo estas tres poderosas reflexiones del saber popular, que si las aplican, rescatando lo bueno y dejando de lado algunas violaciones que narra el taxista, pueden resultarles útiles para sus vidas, tanto personales como empresariales.
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