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Siempre encontraremos gente que se atribuye los éxitos ajenos como propios y desde luego le atribuye sus fracasos a la falta de acción o de control de otro, en resumen ellos nunca son culpables o responsables de nada malo pero son los autores irrefutables de todo lo bueno.

¿Le ha pasado a Usted alguna vez eso que acabo de describir, es decir, se ha encontrado Usted con una persona como la mencionada?

Uno madura cuando es capaz de distinguir responsablemente quienes fueron los autores de algo bueno, que en general es el resultado de muchos involucrados y no del último o del primero y se madura aún más cuando uno tiene la valentía de reconocer que los fracasos son el fruto de nuestros errores de acción o de omisión o de falta de visión o de control.

De todas maneras no se sorprenda si encuentra personas de 40 o 50 años haciendo lo que describí en el primer párrafo. Hay adolescentes casi eternos…Y sin importar su edad cronológica hay que aprender a manejarlos como tales.

Otro problema similar ocurre cuando la sociedad o los compañeros o la familia terminan convenciéndolo a uno que es un super-héroe y eso si es muy frecuente y muy grave porque uno llega a creer que legítimamente eso es verdad…Y puede ser…¿Pero siempre? ¿Se nos creció el ego? ¿O será verdad que si somos fuera de serie?…Lo clave son los hechos y las realizaciones que certifican o sustentan nuestros logros.

También hay el caso opuesto donde la familia o la sociedad no cree en uno porque lo ve común y corriente y hasta menos de lo corriente, como quien dice “defectuosito” y no cree que uno pueda lograr o que haya logrado algo de importancia. Esas son las veces donde uno tiene que irse para triunfar por fuera y luego volver, por aquello de “Nadie es profeta en su tierra”.

Esta última le pega al ego muy duro y hace bajar la autoestima. Si uno es fuerte y valiente termina buscando un escenario donde lo valoren y así termina encontrando el éxito que en un principio le fue esquivo. La historia muestra cómo hay que ser perseverantes hasta lograr sobresalir o hasta lograr aquello de lo cual estamos convencidos que somos o podemos.

De todas maneras lo clave en la vida es el resultado final y como dice la vieja fórmula física, T=FxD,

Trabajo igual a Fuerza por distancia recorrida. Si hago una gran Fuerza pero recorro cero, el Trabajo es cero (Mucho esfuerzo y cero resultados el Trabajo es cero). Si en cambio hago una fuerza pequeña pero recorro mucha distancia el Trabajo es grande. Lo clave es cuanto avancé o cuanto logré y en ese sentido “Más vale maña que fuerza”, como cuando uno va a destapar un frasco y hace gran esfuerzo pero la tapa no cede un milímetro y llega otro que tiene la técnica para destapar y en un segundo destapa el frasco sin hacer el mayor esfuerzo, famosa condición frecuente de la cotidianidad.

En el mundo de hoy nadie puede hacer o completar un creación o un nuevo producto o servicio por si solo. Estamos forzados a trabajar con otros y tenemos que integrar piezas de conocimiento o de programación o de equipos para producir algo nuevo. Pretender, como se hacía en el pasado construir todo de cero es un imposible en tiempo y dinero pero mejor aún en sentido común. Las empresas son manejadas por gerentes que se integran y cada cual responde por su porción del negocio. Lo grandes jefes “Pluma Blanca” que todo lo podía y todo lo sabían o todo lo controlaban y respondían por todo son unos dinosaurios empresariales u organizaciones en un mundo donde nadie sería capaz de decir que se las sabe todas, asunto que ni siquiera se lo podemos asignar al sabio de nuestra época el señor Google.

Ahora bien, hay un fenómeno imparable que es el nivel de educación y la calidad de la misma que lleva a producir un factor diferencial vital en las personas, lo mismo que sucede cuando una persona viaja y dedica buen tiempo a entender la cultura y las costumbres de otro país con mayor o con diferente condición al de su país de origen. El viajero frecuente y profundo termina siendo en muchos escenarios una persona práctica y sabia, alguien que entiende quien es y donde está parado y cómo puede aprovechar lo que es y lo que sabe para generar una ventaja que lo ubica lejos del promedio en el resultado final de su vida.

Las personas que estudian en las mejores universidades adquieren un conocimiento que le saca años de ventaja al resto y les da una visión que les facilita en cierta forma “Comerse el mundo”, a diferencia del que estudia en una universidad de baja calidad en una pequeña aldea de un país tercermundista.

Desde luego la persona talentosa tarde o temprano terminará llegando lejos, pero si esa persona talentosa tuviera la oportunidad de estudiar en una de las 10 mejores universidades del planeta o tuviera la oportunidad de hacer viajes largos a los países más desarrollados terminaría mucho mejor con mucha seguridad.

“Comerse el mundo” no tiene problema cuando es legítimo y real que uno tiene esa capacidad y ese mérito. Producirá envidia o admiración pero será una verdad imparable e irrefutable.

¿Dónde se ubica Usted en toda esta reflexión?

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